domingo, 18 de mayo de 2025

La Unión Europea de Radiodifusión amenazó a RTVE con multas si había comentarios por las muertes de palestinos en Gaza

 Luisondome

Yuval Raphael
 

Tras la carta de la UER amenazando con multas a RTVE si los narradores de Eurovisión 2025 volvían a informar de las muertes en Gaza como ya hicieron en la semifinal al presentar a Israel, la cadena pública española se ha adelantado con un mensaje en pantalla antes de iniciar la emisión de la final

En medio de la polémica sobre si debería o no participar Israel en el Festival de Eurovisión 2025, New Day Will Rise se presenta como una emotiva balada que transmite esperanza y resiliencia (será para los judios, porque los palestinos lo tienen crudo). Escrita por Keren Peles e interpretada por Yuval Raphael, la canción combina inglés, hebreo y francés, con referencias al Cantar de los Cantares (deberían referirse al Cantar de los Fusiles).

La letra describe un viaje de superación personal, donde el amanecer simboliza nuevos comienzos tras la adversidad. A través de su interpretación, Raphael transmite una sensación de determinación, reforzada por la instrumentación que mezcla elementos de la música clásica con sonidos contemporáneos.

Significado de la letra de New Day Will Rise

El tema refleja la idea de renacer después de tiempos difíciles. La frase "Un nuevo día amanecerá, la vida seguirá" encapsula el mensaje de superación y unidad si, pero ¿para quien?

Según relata Marcos Méndez para Diario.es, "la canción también tiene un fuerte componente personal, ya que Yuval Raphael es una superviviente del ataque al festival de música Nova en 2023". Pero los judios no pirden oportunidad alguna para justificar o endulzar sus tropelías en Palestina, y aprovechan cualquier ocasión, como su participación en Eurovisión 2025  que ha sido vista por millones de espectadores en un intento de mejorar la imagen de Israel en medio de la crisis humanitaria en Gaza, lo que ha llevado a protestas y llamados a su exclusión del certamen.

Letra de New Day Will Rise (Un nuevo día se levantará)

Y aunque digas adiós

Nunca te irás

Eres el arcoíris en mi cielo

Mis colores en el gris

Mi único deseo que le pido a una estrella fugaz

Luz del sol en el día

La única canción que mi piano alguna vez toca

Y aunque digas adiós

Siempre estarás cerca

Para levantarme y llevarme alto

Mantener mis pies cerca del suelo

¿Estás orgulloso de mí esta noche?

Los sueños se están cumpliendo

Elijo la luz, no tengo nada que perder si te pierdo

Un nuevo día llegará, la vida continuará

Todos lloran, no llores solo

La oscuridad se desvanecerá, todo el dolor pasará

Pero nos quedaremos, incluso si dices adiós

Y aunque digas adiós

Nunca te irás

Eres el arcoíris en mi cielo

Mis colores en el gris

Y mi único deseo bajo un cielo de arte

Un rayo en mi día

La única canción que mi piano puede tocar

Un nuevo día llegará, la vida continuará

Todos lloran, no llores solo

La oscuridad se desvanecerá, todo el dolor pasará

Pero nos quedaremos, incluso si dices

Un nuevo día llegará, la vida continuará

Todos lloran, no llores solo

La oscuridad se desvanecerá, todo el dolor pasará

Pero te quedarás, amor de mi vida

Las muchas aguas no podrán apagar el amor

Ni lo ahogarán los ríos

Un nuevo día llegará

Todos lloran, no llores solo

La oscuridad se desvanecerá, todo el dolor pasará

Pero nos quedaremos

Incluso si dices adiós, un nuevo día llegará

Un nuevo día llegará

Tal parece que la letra está cuidadosamente elaborada para que no parezca que contiene contenido político, pero se trasluce un mensaje que avisa que "La oscuridad se desvanecerá, todo el dolor pasará, pero nos quedaremos, incluso si dices adiós". Se puede interpretar de diversas maneras, pero no se puede negar que una de ellas es que Israel se está apropiando del Territorio Palestino ocupándolo por la fuerza, y que se lo piensa quedar. Después se pregunta: "¿Estás orgulloso de mí esta noche?, los sueños se están cumpliendo y elijo la luz, no tengo nada que perder, y si te pierdo un nuevo día llegará, la vida continuará".

¿De quien está orgulloso?, del pueblo judío se entiende, de los soldados judíos y de las víctimas del ataque terrorista palestino. Quizás a lo mejor de lo que está orgulloso es de las decenas de miles de muertos que han dejado en Gaza. Este penoso espectáculo, junto con el silenciado del sonido ambiente del recinto para que no se escucharan los abucheos durante la actuación del cantante israelí, indican que quien actuó con sentido político acallando la manifestación del público fue la UER.

Tras la amenaza a RTVE por parte de la UER para que no repitiera la información sobre la masacre en Gaza (que se repitió este viernes con otras 90 muertes) al presentar la actuación de Israel, RTVE ha decidido cumplir la exigencia, pero manteniendo un gesto dedicado al pueblo palestino antes de iniciar la emisión de la final, como un mensaje en pantalla, anticipándose al inicio de la emisión, por lo que no le aplican las normas de la UER de retransmisión del festival, RTVE ha puesto su pantalla en negro y ha sobreimpresionado este mensaje, tanto en inglés como en español: “Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina”.


Israel, con Yuval Raphael y su canción New day will rise, ha actuado en el cuarto lugar de la final de Eurovisión 2025, a las 21:30 horas de la noche. Por tanto, media hora después del inicio del evento, y de que RTVE hubiese incluido ese mensaje en pantalla. La cadena pública ha cumplido la exigencia de la UER, y sus narradores no han hecho ningún comentario. 

Apoyos previos a RTVE tras la amenaza de la UER

Las últimas horas antes de la final habían estado marcadas por una oleada de apoyos a RTVE tras conocerse que la UER había enviado una carta a la cadena pública española advirtiéndole de que si los narradores del festival volvían a dar las cifras del genocidio en Gaza, sería multada. Profesionales de la casa como Xabier Fortes, Carlos del Amor o Aitor Albizua se han manifestado en el mismo sentido que la cadena, el primero de ellos incluso pidiendo directamente que se repita el gesto y se pague la multa. Precisamente ese ofrecimiento a ayudar a pagar la multa lo han hecho otros muchos usuarios de las redes sociales. También sindicatos de la corporación como UGT han calificado como “vergonzosa amenaza” la carta.

La UER, como hemos recogido y ha explicado la propia cadena en el Telediario 1 y en el Canal 24h, recuerda en su carta a RTVE que las reglas del festival y el manual del comentarista “prohíben las declaraciones políticas que puedan comprometer la neutralidad del concurso”, e incide directamente: “Las cifras de víctimas no tienen cabida en un programa de entretenimiento apolítico cuyo lema, Unidos por la música, encarna nuestro compromiso con la unidad”.

Por ese motivo, la UER recuerda a RTVE que “es fundamental que sus comentaristas cumplan estas reglas sin excepción [...] para preservar el carácter apolítico de Eurovisión y cumplir con la ética y los estándares establecidos en las reglas. Esperamos la plena cooperación de RTVE para evitar que se repita. Cualquier incumplimiento posterior podrá conllevar multas punitivas según las reglas”, advirtiendo con esas sanciones. 

El jueves, en la segunda semifinal de Eurovisión 2025 en la que actuó Israel, mientras la UER silenciaba el sonido ambiente durante el show de Yuval Raphael, los narradores del festival Tony Aguilar y Julia Varela leyeron lo siguiente, de forma literal:

- Julia Varela: “Seguimos con Israel en esta segunda semifinal de Eurovisión. Con ella, Yuval Raphael, una artista hasta hace poco desconocida que fue herida en los atentados de Hamás del 7 de octubre. Su canción se llama New day will rise”.

- Tony Aguilar: “Este año, RTVE ha solicitado a Eurovisión un debate sobre la participación de Israel en el festival. Las víctimas de los ataques israelíes en Gaza superan ya las 50.000, entre ellas, más de 15.000 niños y niñas, según Naciones Unidas”.

- Julia Varela: “Esto no es una petición contra ningún país, es un llamamiento por la paz, la justicia y el respeto a los derechos humanos acorde con la vocación integradora y pacífica del festival de Eurovisión. Yuval, que vivió en Ginebra de niña, interpretará en francés y en hebreo la canción Un nuevo día resurgirá”. 

Antes, RTVE también fue el primer país que solicitó a la UER abrir un debate sobre la participación de Israel en Eurovisión. A él se sumaron luego otros países miembros.

La UER, pese a contar con semanas de margen, ha dejado pasar el tiempo y únicamente se ha pronunciado para comprometerse a tener “a su debido tiempo” ese debate. La responsable de Eurovisión ha hecho oídos sordos hasta conseguir que el festival se celebre un año más. Sin embargo, no ha tardado ni 24 horas en recoger la queja de KAN (cadena de televisión israelí) contra RTVE para dirigirse por escrito a la corporación española avisando de multas si repite el mismo mensaje. Mientras, como hemos analizado, la KAN acumula más de un centenar de incumplimientos de las bases de la UER por las que no ha sido sancionada ni tampoco advertida, como ahora RTVE.

La UER evidencia mantener una sobreprotección extrema a Israel, disculpando sus infracciones y atendiendo rápidamente sus quejas. La organizadora de Eurovisión, un festival que tiene como patrocinador principal a una empresa israelí como es Moroccanoil, parece tener la esperanza de que Netanyahu cumpla su idea de privatizar la KAN: al no ser pública supondría su salida de la UER sin necesidad de expulsarla, como sí se hizo con las cadenas de Rusia en cuanto el país invadió Ucrania. 

Por otra parte, el patrocinio de Moroccanoil, compañía tiene sus raíces en Israel y su sede principal en Nueva York, y que desde 2020 es uno de los principales patrocinadores de Eurovisión, proporcionando productos y servicios de estilismo a los participantes. Moroccanoil ha sido objeto de críticas por parte de activistas y organizaciones que consideran que su presencia en el festival contribuye al "blanqueamiento" de las acciones del gobierno israelí en el conflicto con Gaza. Estas críticas se intensificaron tras la exclusión de Rusia del certamen en 2022 por la invasión de Ucrania, mientras que Israel ha continuado participando a pesar de las masacres realizadas en Oriente Medio

 Desde mi punto de vista personal, varias consideraciones a tener en cuenta en este debate:

1º. Ni la UER ni EUROVISIÓN tienen desde ahora un carácter apolítico. Lo han demostrado apoyando a Israel, a su Gobierno y a su Plataforma televisiva tratando de impedir que se hablara de las víctimas de la Guerra de Gaza y del genocidio que el Ejército Israelí que está perpetrando en Palestina.

2º. No se que pinta Israel en el Festival de Eurovisión, cuando es un estado que está en el continente asiático, lo mismo que Australia. Si se permiten estos estados, que se permita a Palestina enviar una canción y un cantante al Festival de Eurovisión en igualdad de condiciones. Mejor que se peleen cantando que no matando víctimas inocentes. La pertenencia a la UER no debe de ser el coladero de acceso a la Europa cultural. Lo mismo digo de Georgia o Azerbaiyán. La Geopolítica debe de quedar fuera del Festival.

3º. Las Leyes Europeas protegen el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la vida y los derechos humanos sobre todas las cosas y no se puede permitir que se silencien las voces que denuncian estos abusos. La UER por tanto se ha extralimitado en sus funciones al amenazar a RTVE para impedir que los comentaristas se refirieran a las víctimas palestinas de Gaza.

4º. Una muy mala decisión fue la de aceptar el patrocinio principal de la empresa israelí Moroccanoil. Las presiones que la UER tuvo que soportar para evitar comentarios que perjudicaran al Estado de Israel por parte de la empresa patrocinadora y por la televisión KAN son una muestra de la politización del Festival consentida por la UER, que dada la trascendencia del conflicto en la zona europea, puede poner en peligro la supervivencia del Festival, un acto cultural de gran tradición y muy rentable para Europa y para el país organizador del Festival.

5º. Se extiende por el mundo la sospecha de amaño de las votaciones del público por parte de Israel. Su habilidad reconocida y conocida para el espionaje en red y para el hackeo despertaron las sospechas. RTVE a solicitado a la UER una amplia auditoría del Televoto en el Festival, que se puede ejercer mediante llamada telefónica, mediante SMS, desde la App del Festival, o desde internet mediante la web www.esc.vote. Todos estos medios pueden ser manipulados desde fuera de la organización. España le concedió los 12 votos del público a Israel, y a mi se me hace muy difícil aceptar este resultado. De la misma manera que se alteró el voto del Brexit en Inglaterra, o el de las elecciones norteamericanas, bien pudo alterarse el Televoto del Festival por un interés del primer Ministro de Israel al que si le creo capaz de dar la orden de manipularlo para sus fines propagandísticos.

Y menos mal que Israel no ganó el Festival, que estuvo a punto de lograrlo, que si lo hubiera conseguido, habría hoy protestas en las calles de media Europa.

Fuente: Diario. es

 

 

Raphael, una voz pero también unos gestos únicos


Raphael en el festival de Aranda del Duero, Sonorama Ribera, en 2014. LaGafa/Flickr, CC BY-ND Estrella Fernández-Jiménez, Universidad de Sevilla

Tras haber sido ingresado en diciembre por un linfoma cerebral, el cantante español Raphael ha confirmado que está respondiendo bien al tratamiento y que, por lo tanto, retoma la gira que se vio obligado a cancelar hace unos meses. Así, a partir del 15 de junio, y hasta diciembre de este año, el artista volverá a los escenarios españoles.

Más allá de la voz, parte fundamental de un cantante, en el caso de Raphael existe un rasgo distintivo que él despliega sobre el escenario y le separa del resto. Antes de que tenga la oportunidad de volver a actuar ante su público no está de más comentar esta característica suya tan peculiar.

Moverse de una forma diferente

Dicen que los seguidores de Raphael podrían quitarle el sonido a una actuación y saber perfectamente qué canción está interpretando el artista solo con la coreografía o movimientos que realiza su cuerpo.

Porque si algo ha contribuido a definir la identidad del cantante español, además de su voz, ha sido su comunicación no verbal. El artista de Linares (Jaén, Andalucía) nunca se está quieto en el escenario, gesticula, amplía sus movimientos faciales y vocaliza con holgura para que el espectador no solo escuche, sino sienta, aquello que está cantando.

Sin embargo, su forma de moverse no siempre ha sido alabada. Cuando Raphael irrumpió en la música no había precedentes masculinos en España de su forma de actuar, y menos durante la dictadura franquista. Los cantantes se quedaban generalmente quietos en el centro del escenario, sin hacer aspavientos. Por ello le llamaron amanerado, afeminado o ambiguo, sobre todo durante los primeros años de su carrera.

Paradójicamente, todos esos adjetivos, que se usaban de forma peyorativa en su caso, resultaron prácticos a nivel expresivo, como él indicó en una entrevista:

“Yo no sé meterme las manos en los bolsillos. Yo hablo con la voz, con los ojos y con las manos. Yo no puedo estarme atado. Yo no sabría cantar así”.

La conquista de la atención según Aristóteles

Según la Retórica de Aristóteles, los tres elementos básicos de la persuasión son el logos, el ethos y el pathos. El logos es el contenido del discurso, el ethos hace referencia al nivel de confianza que el auditorio otorga al orador y el pathos es la pasión con la que se transmite el discurso.

Raphael domina los tres elementos: sus canciones, lo que dice, son más que conocidas por el público; la confianza que éste tiene en él es positiva y, además, su manera de expresar indica pasión y es clave en su discurso.

La vehemencia en la interpretación de Raphael es indiscutible, y esto lo ha conseguido gracias a su gestualidad. Sus actuaciones son muy teatrales. Interpreta, metiéndose en la letra que articula, porque busca llamar la atención de los espectadores durante las dos horas y media de concierto. Al igual que en las obras de los pintores manieristas, en su trayectoria es importante “la búsqueda de la pose y el efecto (…) Estimular al espectador para arrancarlo de su indiferencia”.

Que la comunicación no verbal de Raphael es evidente no quita que sea eficaz. Y aunque, teóricamente, este tipo de comunicación es espontánea, sus gestos forman parte del repertorio del artista.

Lo que no cambia

Dentro de los espectáculos de Raphael, tanto en directo como en grabaciones televisivas, hay elementos que siempre se mantienen iguales.

Uno de ellos es la disposición del espacio en el escenario. En este caso, el cantante no se diferencia de otros solistas. Él se encuentra en el centro, los músicos se sitúan detrás, y la iluminación está más centrada en él que en lo que ocurre a su espalda. Lo que cambia con respecto a otros espectáculos es que su poca quietud en el escenario contrasta con la de su audiencia, que le ve sentado, como él quiere que le vean. Puntualmente bailan, pero es durante poco tiempo, con cierto orden y siendo conscientes de que al acabar el baile volverán a la butaca asignada.

Raphael cantando ‘Mi gran noche’, en el Especial ‘Raphael. De tanta gente’ de RTVE.

Otra de las constantes en las actuaciones de Raphael es su apariencia física. Mide aproximadamente 1,70m, se mantiene delgado, aparece afeitado y con el pelo corto. Hace décadas, en su primera actuación en México, tuvo que enfrentarse al público con una camisa y un pantalón negros recién comprados, ya que le habían perdido las maletas en el viaje. Tuvo tanto éxito la actuación que ha mantenido esa imagen durante años: traje oscuro con camisa negra, que centra la atención de la gente en sus movimientos, sus manos y su cara.

Además, mantener esta vestimenta a lo largo del tiempo otorga atemporalidad a sus actuaciones, que son difíciles de datar.

Lo que sí cambia, pero no mucho

Hay muchos otros factores variables que influyen en la comunicación no verbal del cantante en el escenario.

A esto hay que añadirle las diferencias que surgen entre sus actuaciones en un concierto o un plató de televisión. Por ejemplo, la distancia que se establece entre él y su público a veces es menor en el segundo caso gracias a los primeros planos. O la mirada, que en una gala se dirige no a los espectadores en directo sino a los televidentes.

Raphael interpretando ‘Como yo te amo’ en 1980 en la televisión, sin perder de vista a los televidentes.

Como mencionamos anteriormente, las expresiones faciales de Raphael a lo largo de su carrera han sido juzgadas como exageradas. Por ejemplo, abre mucho los ojos o sonríe de una forma amplia y característica. Estas “exageraciones” son, sin embargo, el vehículo para hacer que la conexión con el público sea más eficaz.

Y merece la pena hablar del característico movimiento que hace mientras se desplaza por el escenario, con grandes zancadas y dando una especie de brazadas castrenses, como si desfilara –pero algo más relajado–.

Pero lo más destacado de su personalidad artística, junto con su voz, es su gestualidad. Levantar las manos girando las muñecas, señalar al público o al suelo (o a la cámara, si la hubiera), llevarse la mano al pecho o al corazón, decir “no”, cerrar el puño con la mano derecha… son todos los movimientos que los imitadores, cuando hacen una caricatura, exageran en sus parodias del cantante.

Raphael interpretando ‘Yo soy aquel’ en 1980 en Eurovisión en 1966, indicando, mientras apunta al suelo, que él está ‘aquí, aquí para quererte’.

Lo que dice Raphael viene muy determinado por cómo lo dice: su modulación de la voz, su intensidad en las palabras, el alargamiento de vocales consonantes o el seseo que le sale cuando canta pero no cuando habla son habituales en sus recitales. Como él dice, “fantasea con la voz”, interpreta a su manera.

Raphael interpretando ‘Escándalo’ en 2019 haciendo fantasía con la voz.

Es complicado destacar en la industria musical, con tantas nuevas opciones al año. Y es más complicado mantenerse. Pero hace 60 años, Raphael se propuso “dejar huella de un estilo”. Claramente, lo ha logrado.The Conversation

Estrella Fernández-Jiménez, Profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Relaciones Públicas (US), Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 11 de mayo de 2025

¿Tiene posibilidades Melody de traerse para España el Trofeo del Festival de Eurovisión 2025?

EUROVISION 2025

Por Luis Domenech

 
Pues si creo que esta año hay posibilidades, y que TVE ha hecho un este año un esfuerzo para elegir a una buena representante y una buena canción. Por otro lado, en el ente hay unos excelentes profesionales que si les dejan trabajar seguro que harán un buen trabajo. Pero si repasamos la historia de las actuaciones de España en el Festival, no siempre lo hecho se ha hecho bien por unas razones o por otras.  Si analizamos las causas que nos llevó al mas rotundo fracaso al ocupar las últimas posiciones, podemos hacernos una idea de lo que no hay que hace, y de lo que nos conviene. Para ello, os dejo el primer video de la actuación de Melody y de la canción que nos va a representar, después un video resumen de las actuaciones españolas en la historia del festival, para continuar con los videos de las canciones que han sacado las peores puntuaciones, y rematar con el video del Baile del Chiki Chiki, la mayor tomadura de pelo de la TVE con el Festival. Algo que no se debería de repetir.

Un resumen de las canciones de Eurovisión 1.961/2.024


Es un hecho cierto que en una competición no siempre se gana, y España lo sabe bien cuando se trata de participar en el Festival de la Canción de Eurovisión. De las 66ª ediciones celebras hasta la fecha, España ha quedado en el top 10 hasta en casi 30 ocasiones, sin embargo, también nos hemos posicionado entre las últimas posiciones hasta en 20 vergonzosas veces. Una mala racha nos persigue y ya viene durando mas de lo que el país quisiera. DHasta que llegó Chanel y su ‘SloMo’ en 2022 quedando  los terceros en el podio, la mejor posición que hemos obtenido en los últimos más de veinte años ha sido un sexto puesto que venía de la mano de David Civera en 2001 con ‘Dile que la quiero’

Repasadas las canciones que España presentó al Festival de Eurovisión a lo largo de su historia, podemos extraer algunas conclusiones:

  1. No todas las canciones que quedaron en los últimos puestos eran malas, o sus intérpretes no estuvieran a la altura, algunas pudieron quedar en puestos mejores si la TVE no lo hubiera fastidiado, ya que al fin es la que manda, y los autores de la canción no pueden hacer nada si no se les escucha y no se les hace caso.
  2. Durante muchos años, TVE no se tomó el festival en serio y unicamente cumplia con el compromiso de enviar un artista y una canción.
  3. En verdad, en alguna ocasión hicimos el ridículo como país enviando por ejemplo al Chikilicuatre y su penosa canción, a la cual no le fue tan mal en la votación, y lo que la salvó fue el sentido del humor de los europeos, pero se rieron del Chikilicuatre y de España.

En la Edición de este año del Festival de Eurovisión, España presenta una gran canción muy festivalera, cantada por una gran artista,  con una puesta espectacular, y que si toto sale bien, seguro que alcanzará uno de los puestos de cabeza, con posibilidad de llevarse el micrófono de cristal.


Lo últimos puestos de las canciones españolas de Eurovisión

1962 - Víctor Balaguer (‘Llámame’). 0 Puntos

Eran los tiempos de la dictadura del General Franco y no despertábamos muchas simpatías en Europa. A pesar de la calidad de la voz del cantante y de la de la melodía muy del gusto de aquellos tiempos, basta que dijera la canción Llámame, para que no nos hicieran el menor caso.

1964 - Los TNT (‘Caracola’). 1 Punto

 

En este año pienso que el jurado se durmió con esta canción tan poco festivalera. Quisieron imitar las canciones de Doménico Modugno, y eso lo hacen mucho mejor los italianos.

1965 - Conchita Bautista (’¡Qué bueno, qué bueno!’). 0 Puntos

 

El argumento del último puesto anterior sigue valiendo para esta actuación, que no es pareció tan buena a los señores del jurado, y una de nuestras grandes cantantes de la época paso por el mal trago de llevar el farolillo rojo de la clasificación de ese año.

1983 - Remedios Amaya (‘Quién maneja mi barca’). 0 Puntos

 

Hacía 18 años que Eurovisión no nos castigaba con el último pues to, pero la canción representante de España en Munich en el festival de Eurovisión de 1983. Remedios Amaya, una gran intérprete que a pesar de no conseguir puntos fue una de las más ovacionadas de la noche, y es que no siempre el publico presente y los votantes están de acuerdo.

1999 - Lydia Rodríguez (’No quiero escuchar’). 1 Punto


La última representante del siglo XX obtuvo solo 1 punto, quedando en última posición. El tema  con tintes naíf del pop de la época no convenció. Ella, lejos de hundirse, pasó a formar parte de la banda Presuntos Implicados. La misma cantante dijo posteriormente en una entrevista en TVE que no era una canción apta para el Festival de Eurovisión, pero que fue TVE la que se empeñó en enviarla. La cantante quedó separada en Estocolmo del resto de los cantantes al alojarla en un hotel diferente a de estos, y tampoco la vistieron adecuadamente. Por cierto, este fue el primer año del televoto, y España solo recibió 1 punto de Croacia, Ni siquiera Portugal nos votó.

2017 - Manel Navarro (‘Do it For Your Lover’). 5 Puntos


Sucedió en Kiev. La canción española era bilingue, en español y en ingles, y tenía cierto tono festivalero.  Manel era un chaval guapo y simpático, pero la suya fue la actuación del gallo más famoso de nuestras candidaturas. El tratamiento que el cantante recibió luego fue abrumador e injusto, un ‘bullying’ mediático que, aunque han pasado muy pocos años, ahora sería algo inconcebible. Él mismo ha reconocido a toro pasado lo mal que lo pasó y lo mucho que se arrepiente de haber formado parte de este evento que hoy ya forma parte de un pasado que quiere olvidar.

2013 - El sueño de Morfeo (’Contigo hasta el final’). 8 Puntos

Uno de nuestros grupos más conocidos aceptó el reto de ir a Eurovisión con un tema muy en su línea, sonido con gaitas escocesas que no parecieron calar en el resto de Europa, que ya no digo en el Reino Unido.  Ni Raquel del Rosario descalza dando vueltas por el escenario convenció. DeSi fueran gaitas gallegas o asturianas quizas nos hubiera ido mejor.

Los penúltimos puestos de las canciones españolas de Eurovisión 

1963 - José Guardiola (‘Algo prodigioso’). 2 Puntos


Que una gran voz como la de José Guardiola, que traía consigo una letra esperanzadora, no fuera suficiente y que apenas recibiéramos un par de puntos sigue siendo hoy una gran injusticia. A día de hoy es una de las grandes olvidadas de nuestras candidaturas. Eran como ya dije tiempos de Franco y hoy pienso que por aquel entonces había una conspiración para que España no ganara el festival y así no se pudiera celebrar en nuestro país.

2009 - Soraya Arnelas (‘La noche es para mí’). 23 Puntos


Creo que en este año Eurovisión cometió una injusticia incalificable con nuestro país y con la cantante. A pesar de la enorme voz de Soraya, de la espectacular puesta en escena, de la innegable calidad de la canción, de su música festivalera, y de la maravillosa actuación de quienes nos representaban, los 23 puntos cosechados no dieron para mas que para alcanzar la penúntima plaza.

Al parecer, el festival nos castigó por no emitir la semifinal en España y Arnelas señaló directamente a RTVE de su estrepitoso fracaso. Eran os tiempos de la TVE socialista de Zapatero, que además de en otras cosas, también la cagó en esto.

El antepenúltimo puesto de la canción española de Eurovisión

2021- Blas Cantó (’Voy a quedarme’). 6 Puntos


Otra buena actuación de un cantante con buena voz, con una buena puesta en escena. No es que fuera la mejor canción del Festival de ese año, pero no se merecía el ter puesto por la cola. Quizas el gusto de Europa iba por un lado diferente al nuestro, pues en España la canción tuvo una gran acogida.

2008 - El Baile del Chiki Chiki. 55 Puntos.

Fuera de situación traigo la canción del Chikilicuatre porque pienso que esta fue la canción en la que España hizo el mayor ridículo como país. También eran tiempos de la Tele de Zapatero. Dirigía TVE por aquel entonces José María Calviño, nombrado por el Consejo de Ministros, y fue el último que accedió al cargo por esa vía, pues el que le siguió ya fue como Presidente de la Corporación RTVE.

Este bodrio de canción, la del perreo, fue una tomadura de pelo de canción elegida para un festival serio. Los instrumentos eran de juguete, las voces eran horrendas, la puesta en escena era colorida, el cuerpo de baile era cuerpo pero no era baile y además la letra era penosa y hasta insultante. Merecía el ultimo puesto, pero el sentido del humor de Europa nos libró de esta posición. Quedó en el puesto 16 de 25 participantes.

 


Eurovisión: 69 años construyendo una identidad musical europea

 Festivales

Nemo Mettler representando a Suiza después de ganar el Festival de la Canción de Eurovisión 2024. EUPA-IMAGES/Shutterstock
José Manuel Almansa Moreno, Universidad de Jaén

Un año más, Eurovisión ya está aquí. La sexagésimo novena edición del festival, en Basilea, Suiza, empieza el 11 de mayo, con el desfile de las diferentes delegaciones por la alfombra turquesa, y concluirá el sábado 17, cuando se conocerá al nuevo vencedor del certamen.

Esa diva, la canción de Melody con la que España compite en Eurovisión este año.

El Festival de la Canción de Eurovisión fue concebido en el marco de una Europa en proceso de reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. Su promotor fue Marcel Bezençon, presidente de la Unión Europea de Radiofusión (UER), tomando como modelo el Festival de San Remo.

Celebrado anualmente desde 1956, se trata de la competición televisiva más longeva del mundo, con grandes cotas de audiencia internacional y variedad de estilos musicales.

Desde sus inicios se han producido cambios en el formato, pero los principios básicos se mantienen inalterables: los países participantes presentan sus canciones en un programa de televisión en directo, emitido simultáneamente, tras lo cual un jurado emite sus votaciones. Al año siguiente, el ganador tiene el honor de ser el anfitrión de la competición.

Identidad europea y nacional

Por sus características, este certamen se convierte en una representación simbólica de Europa como un bloque unido, fomentando el sentimiento de pertenencia. Prueba de esa unidad son algunas de las frases clásicas que se escuchan en el mismo: “Good evening, Europe!” o “Europe, start voting now” (“Buenas noches, Europa”, o “Europa, empieza a votar ahora”).

Igualmente, este deseo de pertenencia se promueve gracias a los diferentes eslóganes del certamen: “Under the same sky”, “Confluence of sound”, “We are one”, “Building bridges”, “Come together”, “Celebrate diversity”, “All aboard” (“Bajo el mismo cielo”, “Confluencia de sonidos”, “Somos uno”, “Tendiendo puentes”, “Unámonos”, “Celebremos la diversidad”, “Todos a bordo”)…

El festival sirve de plataforma para la promoción de los diferentes países participantes, y, muy especialmente, la del país anfitrión, igual que hacían las exposiciones universales del siglo XIX. Esto se aprecia especialmente en el diseño de los escenarios, imagen corporativa, avances audiovisuales, etc., siempre a la vanguardia. Las actuaciones, además, incorporan elementos musicales típicos del folclore de cada país, lo que queda patente en el uso de vestimentas tradicionales, danzas e instrumentos musicales.

Por otro lado, si bien en un principio era obligatorio cantar en alguno de los idiomas oficiales del país, la norma se anuló temporalmente entre 1973-1977 (periodo en el que triunfó el grupo sueco ABBA con la canción Waterloo), y definitivamente a partir de 1999.

Y aunque predomina el inglés, varios países emplean su propia lengua de forma preferente (entre otros, España, Francia, Italia o Portugal). Se ha cantado incluso en idiomas inventados, como hizo Bélgica en 2003 con la canción Sanomi, que logró un segundo puesto.

Algunos clásicos recurrentes

En 1969, tras el triunfo de Massiel con La, la, la el año anterior, el festival se organizó en Madrid. Y, sorprendentemente, hubo un cuádruple empate entre Salomé con Vivo cantando (España), Lulu con Boom Bang-a-Bang (Reino Unido), Lenny Kuhr con De troubadour (Países Bajos) y Frida Boccara con Un jour, un enfant (Francia).

Por ello, varios países decidieron boicotear el concurso y no acudir a la edición siguiente, que se celebró en Ámsterdam, a modo de protesta. Para completar el tiempo previsto de la transmisión, los organizadores se vieron obligados a incluir un breve videoclip mostrando al cantante y algunos lugares del país que representaba. Así nacían las “tarjetas postales”.

Desde entonces, se han convertido en un elemento tradicional de la retransmisión, aunque con variaciones: en ocasiones se promociona el país anfitrión, y otros años se muestra el país de origen de los cantantes. Lo que es indudable es su practicidad, porque permiten a los organizadores cambiar el escenario entre las diferentes actuaciones.

Cuando Alfred y Amaia representaron a España en Eurovisión 2018 hicieron su postal en las islas Azores, ya que Lisboa era la anfitriona de esa edición.

La política entra en escena

Otro elemento habitual es el desfile de banderas y participantes que inicia el festival. Este año, los concursantes, si quieren alzar alguna bandera, solo podrán hacerlo con la del país al que representan.

Aunque en Eurovisión están prohibidos los mensajes políticos, ofensivos o discriminatorios, se puede hablar del carácter politizado del festival. Esto queda especialmente patente en las votaciones finales, en las que se reparten los puntos entre países por afinidad cultural.

También los conflictos bélicos han estado presentes en el certamen. Un ejemplo de ello sería la expulsión de Rusia y la aplastante victoria de Ucrania en 2022, tras ser invadida por Rusia.

Las tensiones políticas también quedan patentes actualmente con la participación de Israel, que se mantiene aunque es muy criticada.

Un hombre sujeta una pancarta que dice, en inglés, 'Eurovisión está celebrando el genocidio'.
Imagen de la manifestación que tuvo lugar en Malmö en 2024 con motivo de la presencia de Israel en aquella edición de Eurovisión. Woodan/Shutterstock

No obstante, en Eurovisión también se busca promover la paz y la unidad. Así se pueden analizar la victoria de Nicole (Alemania, 1982) con su canción Ein bisschen Frieden (“Un poco de paz”) durante la guerra de las Malvinas o la de Toto Cotugno (Italia, 1990) con el tema Insieme: 1992 (“Juntos: 1992”), en vísperas de la firma del Tratado de la Unión Europea.

Orientación e identidad sexual

Por ser un festival abierto, moderno y tolerante, Eurovisión se ha conformado como un auténtico icono para la comunidad LGTBI+. Algunas de las canciones han sido reivindicadas como propias por el público queer.

La victoria de Dana Internacional, primera ganadora transexual del festival (Israel, 1998), marcó un punto de inflexión. La siguieron los triunfos de Marija Šerifović (Serbia, 2007), Conchita Wurst (Austria, 2014), y Nemo (Suiza, 2024).

Nemo fue, en 2024, la primera persona no binaria en ganar Eurovisión.

Son muchos los cantantes eurovisivos que han hecho pública su orientación sexual. Oficialmente, el primer ganador del festival declarado gay públicamente fue el islandés Paul Oscar (1997). Sin embargo, ya en 1961 había ganado Jean-Claude Pascal (con la canción Nous Les Amoureux, dedicada de forma encriptada a una pareja del mismo sexo), aunque no declaró su homosexualidad hasta muchos años después.

Del mismo modo podemos referir las actuaciones drag de cantantes como Ketil Stokkan (Noruega, 1990), el grupo Samo Ljubezen (Eslovenia, 2002), Drama Queen (Dinamarca, 2007) o Verka Serduchka (Ucrania, 2007).

En este grupo también se podría incluir la controvertida actuación de t.A.T.u. (Rusia, 2003), cuyas cantantes fingieron ser una pareja lesbiana, o el beso final en directo entre dos mujeres en la actuación de Krista Siegfrids (Finlandia, 2013).

El vestuario ha servido también como elemento para identificar –o transgredir– el género. En los primeros años predominaba el traje para los hombres y falda larga para las mujeres. A partir de los 60-70 se hizo frecuente que las mujeres usaran pantalones, e incluso que se encontrasen dúos ataviados con un traje unisex.

Tras la victoria del cuarteto británico Bucks Fizz en 1981, los cambios de vestuario durante las actuaciones se hicieron recurrentes. En este sentido destaca la letona Marie N, ganadora en Tallin (2002), que progresivamente sustituía su traje de hombre por un vestido de mujer.

Marie N, cambiándose de ropa en el escenario y jugando con los roles de género.

Este abrazo al colectivo LGTBI ha supuesto, sin embargo, que determinados países hayan dejado de participar. Aunque Turquía abandonó Eurovisión en 2013 en protesta por el Big Five (los cinco países que europeos que más financiación aportan a la UER y que, por tanto, pasan directamente a la final del concurso), posteriormente alegó que Eurovisión “se había desviado de sus valores”, en alusión al triunfo de Conchita Wurst. También Rusia intentó abandonar el festival tras la victoria de Wurst, antes de ser expulsada en 2022.

A pesar de estos casos, y tras este viaje por las identidades individuales y colectivas que Eurovisión promueve y acoge, merece la pena concluir recordando el actual lema de Eurovisión: “United by music” (“Unidos por la música”).The Conversation

José Manuel Almansa Moreno, Catedrático de Historia del Arte del Departamento de Patrimonio Histórico, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 6 de abril de 2025

La música, ¿arte o ciencia? De Pitágoras a los tubos armónicos


Miguelina Cabral Domínguez, Universidad Católica de Valencia

La música utiliza sonidos y silencios para evocar emociones y crear experiencias estéticas en el oyente. Su capacidad para transmitir sentimientos y emociones la convierte en un poderoso medio para la comunicación emocional y es un producto cultural que ha estado presente en todas las sociedades humanas, reflejando y moldeando las tradiciones y valores de cada cultura. Como dijo Ludwig van Beethoven, “la música es una revelación más alta que la ciencia o la Filosofía”.

Ya en tiempos de Pitágoras (siglo VI a. e. c.), la música fue considerada como ciencia debido a su fundamento matemático. Los defensores de esta perspectiva argumentan que el universo musical está compuesto por numerosas fórmulas numéricas, como los acordes, la interválica, los ostinatos, las seriaciones, etc.

Pitagóricos celebrando el amanecer, óleo de Fyodor Bronnikov.

También existe una relación con la física, ya que son las ondas sonoras las que se encargan de conducir la información hasta nuestros oídos para que sea el cerebro quien la procese.

Hay muchos aspectos en los que la evolución de música y ciencia han ido de la mano: desde los fundamentos matemáticos de la armonía en el período clásico griego, hasta las investigaciones neurocientíficas más actuales sobre cómo la música afecta a nuestro cerebro, sentimientos y emociones.

Pero al mismo tiempo, la música ha tenido consideración de arte desde que así lo plasmara Platón (en el siglo IV a. e. c.) en su obra La República. El filósofo la describía como un arte educativo por excelencia, capaz de insertarse en el alma y formarla en la virtud.

Música y ciencia a lo largo de los siglos

Pitágoras estudió la relación entre las longitudes de las cuerdas y los sonidos que producían, esbozando de forma teórico-práctica a través de su monocordio las bases para la comprensión matemática de la armonía musical.

Posteriormente, durante la Edad Media, la música se concebía como una de las ramas de la matemática dentro del quadrivium, el plan de estudios de las élites. Esta visión reforzó la idea de la música como una disciplina con fundamentos científicos sólidos.

Siglos después, en el Renacimiento y posteriormente durante el Barroco, el avance de la física hizo posible que se profundizara en el estudio de la acústica, la rama de la ciencia que estudia el sonido. Esto permitió una mejor comprensión de cómo se produce y se percibe la música, sentando las bases para futuras innovaciones en la creación de instrumentos y la composición musical que mostraría el período clásico y romántico.

El siglo XX marcó un punto de inflexión en la relación entre música y ciencia con la aparición de la música experimental. Compositores como John Cage comenzaron a utilizar técnicas de indeterminación y a buscar resultados revolucionarios, desafiando las convenciones establecidas.

Aunque debemos a Pierre Schaeffer la introducción del término “musique expérimentale” en 1953 para describir composiciones que incorporaban cinta magnética y música electrónica, estos avances tecnológicos abrieron nuevas posibilidades para la creación y manipulación del sonido a muchísimas personalidades del mundo de la música.

Cabe destacar también la influencia de la electrónica desde finales de la década de 1950, cuando se comenzó a explorar la composición controlada por computadora, fusionando la música con la ciencia de la computación.

Neurociencia y música

En la actualidad, la investigación científica se centra, entre múltiples enfoques interdisciplinares, en cómo la música afecta a nuestro cerebro y nuestras emociones. Numerosos estudios han demostrado que la música puede activar áreas cerebrales relacionadas con la memoria, la atención, la concentración, la emoción, etc.

Este hecho ha contribuido a la aparición de técnicas que usan la música para estimular la actividad cerebral, como el método BAPNE, que emplea el canto y la percusión corporal para estimular las funciones cognitivas y ejecutivas. Sus siglas hacen referencia a las disciplinas Biomecánica, Anatomía, Psicología, Neurociencia y Etnomusicología.

En el libro Body Percusion (2018), se proponen actividades donde el cuerpo y el movimiento experimentan y construyen música a través de las polirritmias como base del trabajo neurológico.

Un taller para experimentar la música como arte y ciencia

Los tubos armónicos o boomwhackers son una herramienta idónea para explorar la relación de la música con los números, como se pudo mostrar en un reciente taller. Estos instrumentos de percusión de plástico, de diferentes colores y tamaños, ofrecen una forma única y accesible de explorar conceptos musicales fundamentales, promoviendo la creatividad y la expresión artística.

En primer lugar, permiten entender la teoría pitagórica, ya que muestran de manera tangible la relación numérica del sonido. Los participantes pueden experimentar cómo la longitud de los tubos se relaciona directamente con la altura del sonido producido, proporcionando una comprensión intuitiva de los principios acústicos básicos.

También permiten entender conceptos como el ritmo y la estructura musical cuando se usan para crear acompañamientos armónicos sencillos, e incluso al reproducir frases rítmico-melódicas de canciones. El uso de los boomwhackers facilita la experimentación y el desarrollo creativo musical, permitiendo una mejor comprensión de los conceptos teóricos musicales.

La dimensión kinestésica de la música

El uso del cuerpo y del espacio gracias a la facilidad interpretativa de estos instrumentos de percusión añade una dimensión kinestésica al aprendizaje musical, mejorando la coordinación y la conciencia espacial de los partícipes.

Para crear melodías y armonías coherentes, los participantes deben coordinar sus acciones, desarrollando así habilidades cruciales como la escucha activa, la sincronización rítmica, la comunicación no verbal y el trabajo en equipo. Al convertir el movimiento en sonido, los participantes mejoran su coordinación visomanual, la percepción espacial y el control motor fino y grueso.

El desarrollo psicomotriz no solo es beneficioso para la música, también puede tener efectos positivos en otras áreas de aprendizaje y desarrollo personal, como la estimulación de la creatividad a partir del enfoque lúdico y experimental que fomenta pensar de manera creativa y a explorar nuevas formas de expresión musical.

Así, como escribió el célebre músico y poeta francés Guillaume de Machaut (1300-1377), la música es una ciencia que puede hacernos reír, cantar y bailar. De este modo, podemos concluir con esta concepción dual de la música como ciencia y arte que aún hoy, en pleno siglo XXI, prevalece.The Conversation

Miguelina Cabral Domínguez, Directora del departamento de Educación Física, Música y Plástica y Coordinadora del Máster en Formación del Profesorado en Secundaria y Bachillerato, en la especialidad de Música., Universidad Católica de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 16 de marzo de 2025

Retrato de Bob Dylan en sol mayor

Compositores

Timothée Chalamet en una escena de ‘A complete unknown’. FilmAffinity
Jesús Albarrán Ligero, Universidad de Sevilla

En el libro Oh No! Not Another Bob Dylan Book, los periodistas británicos John Bauldie y Patrick Humphries rastrean la fascinación que suscita el Premio Nobel entre sus legiones de seguidores. Era 1991 y, por supuesto, en Norteamérica el libro se publicó con otro título: Absolutely Bob Dylan.

El aluvión de biografías, compendios de letras, antologías y ficciones sobre el misterioso juglar es inagotable. Ahora, la película A complete unknown (“Un completo desconocido”) se suma a la lista. Buena parte de esta biblioteca busca descifrar una cuestión: ¿quién es Bob Dylan?

La pregunta resulta aburrida y tediosa. No sabemos quién era Bob Dylan. Sin embargo, en sus primeros años, sí sabemos quién quería ser: Woody Guthrie.

New York, New York

Enero de 1961. Dylan abre la puerta trasera de un sedán negro en una calle incierta de Nueva York. Sólo persigue una cosa: la sombra de Woody Guthrie. Después de escuchar sus vinilos grabados por la discográfica Folkways y de la lectura de su autobiografía Bound for Glory, Dylan llega a la gran ciudad enamorado de las aventuras de Guthrie.

Woodrow Wilson Guthrie (1912-1967) había sido un bardo locuaz. Pero la voz y guitarra presente en sindicatos, minas y aserraderos estaba en aquel momento impedida en una cama de hospital (en Nueva Jersey). Su obsesión y amistad con un mudo Guthrie permitiría a Dylan conocer a los grandes protagonistas del Primer Folk Revival, el resurgimiento de la música folk: Pete Seeger, Sonny Terry, Lee Hays, Ramblin’ Jack Elliot, etc.

En Nueva York le esperaba lo incierto.

La bohemia: Greenwich Village

El Greenwich Village era el barrio de la ciudad donde se cocía lo último del panorama folk. En sus calles alternaban freaks, poetas, humoristas, actores y cantautores. Mientras dormía en sofás ocasionales, Dylan se nutría de un valioso material musical y literario en las estanterías de amigos y conocidos: de igual manera escuchaba discos descatalogados o primeras ediciones inglesas que leía a Faulkner y a los poetas simbolistas franceses (Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, etc.).

Al cabo de unos meses, Dylan ya compartía vino y acordes con las jóvenes promesas del folk en ciernes: Phil Ochs, Tom Paxton, Hal Waters, Paul Stookey, Mark Spoelstra, Paul Clayton, Dave Van Ronk, Joan Baez y un largo etcétera.

En el entorno del Village todo ocurría demasiado deprisa, pero Dylan caminaba diez metros por delante. Como recuerda Spoelstra: “No necesitabas coger el autobús cuando ibas caminando con Dylan. Ibas con él y adelantabas al autobús por la ciudad”.

Algunos biógrafos achacan este nerviosismo a su premura por encontrar un trabajo estable como músico. Los conocidos de la época coinciden en un detalle: una incontinencia en su pierna derecha; taladraba el suelo como si esperara algo. ¿Esperaba algo, Dylan? ¿El cambio, aquel que prometía en “The Times They are a-Changing” en sol mayor, un acorde tan querido en la música tradicional americana por su versatilidad y acomodo vocal?

El cambio es lo único que permanece”, repetía como un Heráclito desvergonzado.

Contra el purismo

En las aceras del Village, Dylan ya era considerado un freak alejado de las formas normativas y el purismo.

Un joven cantante toca la guitarra y la armónica frente a un micrófono.
Bob Dylan en 1963 en Nueva York. Wikimedia Commons

Para la lógica de estudiosos, periodistas y críticos del folk, Dylan se emparejaba con lo más “bajo” del “bajo folk”: no respetaba las normas de interpretación de las grabaciones canónicas, retorcía el lenguaje y sustituía letras, dejes y acordes a su antojo cuando subía a las tablas de los locales ocasionales –el Gerde’s Folk City, el Gaslight Cafe o el Cafe Wha?–. Lo hacía desde una performance algo bipolar: a medio camino entre Chaplin o Buster Keaton y el melodrama congénito del joven itinerante, sin casa ni familia.

Gracias al entusiasmo del periodista Robert Shelton, Dylan firmaría con Columbia tras una crítica muy positiva en The New York Times: “Un destacado estilista de la canción folk”.

Después de un discreto primer álbum llegaron el éxito de “Blowing in the Wind”, la maquinaria de Columbia y los recitales universitarios de Peter, Paul and Mary promocionando el álbum The Freewheelin’. Dylan ya era famoso.

Del folk al rock

El cambio inesperado parecía una constante en el devenir creativo de Dylan. Primero, alejándose de la canción protesta trazada hábilmente en The Times They are a-Changing en 1964 y en parte también en The Freewheelin’ Bob Dylan un año antes. Y después aferrándose a las imágenes imposibles de Another Side of Bob Dylan. Quizá en este disco se pudiera intuir con mayor eco su naciente amistad con Allen Ginsberg y Peter Orlovsky, estandartes de la poesía beat.

Dylan se volvería “mucho más joven”, como cantaba en “My Back Pages”, y se movería más allá de Norteamérica en el 64. En Londres, mantuvo contacto con The Kinks, The Rolling Stones y The Animals. Según varios biógrafos, es probable que el mismo bardo le tendiera a estos últimos el acetato de su primer disco Bob Dylan, donde esperaba agazapada la canción tradicional “House of the Rising Sun”.

The Animals versionan en rock ‘House of the Rising Sun’.

Acercándose al formato de banda eléctrica, Dylan conseguiría acomodar la subversión grotesca y urbana de un imaginario folk (en canciones como “Maggie’s Farm”, “Tombstone Blues”, “Queen Jane Approximately” y un largo etcétera) con la salvaje irreverencia de la guitarra eléctrica, primero con Mike Bloomfield, más tarde con Robbie Robertson y The Band. Su bautizo sería en el Festival de Newport de 1965.

Dylan Goes Electric!

El estrepitoso concierto eléctrico de Newport en 1965 se ha comparado con el estreno de la Consagración de la Primavera, obra de ballet y concierto orquestal escrita en 1913 por Igor Stravinski. Como en Newport, el público desconcertado había abucheado a la obra de Stravinski por su audaz, agresivo y brutal modernismo. El recibimiento al nuevo sonido de Dylan fue parecido.

¿Qué esperaba Dylan irrumpiendo con una banda de rock en el festival folk que le había visto nacer?

Como ruptura y trauma, se habla sobre la “transición eléctrica” de Dylan, pero esta transición como tal nunca ocurrió. Dylan nunca había dejado de considerarse un roquero. Desde pequeño, escuchaba de madrugada al disc-jockey Gatemouth Moore entre las sábanas, atento a que el volumen de la radio no despertara a sus padres. Buddy Holly, Bobby Darin, Little Richard, Elvis Presley y Bill Halley se entremezclaban con los acordes añejos de Odetta y Hank Williams en las ondas.

La mayor aportación de Dylan es su figura como audaz catalizador. El material artístico y popular no pertenece a nadie y esto lo saben muy bien los estudiosos del folk en todas sus facetas.

¿Quién era Dylan? Quizá el comentario más revelador sobre el bardo en este sentido lo acuñara el periodista Oscar Brand: “Dylan escribió un poema con la vida que deseaba. Lo escribió para sí mismo y lo interpretaba… Eso fue lo que le llevó al éxito”.

Ni siquiera el caleidoscopio cubista que nos regaló el director Todd Haynes en la película I’m Not There escapa a las sombrías esquinas del yo. ¿Quién era Dylan? Un irremediable apasionado de la música tradicional, un astuto agente del entusiasmo, un jugador nato: la figura cruel del cambio o la posibilidad de la esperanza. ¿Esperaba algo Dylan? Por supuesto. Todo jugador siempre espera algo.The Conversation

Jesús Albarrán Ligero, Profesor en Literatura Española e Hispanoamericana, Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.