domingo, 18 de mayo de 2025

Raphael, una voz pero también unos gestos únicos


Raphael en el festival de Aranda del Duero, Sonorama Ribera, en 2014. LaGafa/Flickr, CC BY-ND Estrella Fernández-Jiménez, Universidad de Sevilla

Tras haber sido ingresado en diciembre por un linfoma cerebral, el cantante español Raphael ha confirmado que está respondiendo bien al tratamiento y que, por lo tanto, retoma la gira que se vio obligado a cancelar hace unos meses. Así, a partir del 15 de junio, y hasta diciembre de este año, el artista volverá a los escenarios españoles.

Más allá de la voz, parte fundamental de un cantante, en el caso de Raphael existe un rasgo distintivo que él despliega sobre el escenario y le separa del resto. Antes de que tenga la oportunidad de volver a actuar ante su público no está de más comentar esta característica suya tan peculiar.

Moverse de una forma diferente

Dicen que los seguidores de Raphael podrían quitarle el sonido a una actuación y saber perfectamente qué canción está interpretando el artista solo con la coreografía o movimientos que realiza su cuerpo.

Porque si algo ha contribuido a definir la identidad del cantante español, además de su voz, ha sido su comunicación no verbal. El artista de Linares (Jaén, Andalucía) nunca se está quieto en el escenario, gesticula, amplía sus movimientos faciales y vocaliza con holgura para que el espectador no solo escuche, sino sienta, aquello que está cantando.

Sin embargo, su forma de moverse no siempre ha sido alabada. Cuando Raphael irrumpió en la música no había precedentes masculinos en España de su forma de actuar, y menos durante la dictadura franquista. Los cantantes se quedaban generalmente quietos en el centro del escenario, sin hacer aspavientos. Por ello le llamaron amanerado, afeminado o ambiguo, sobre todo durante los primeros años de su carrera.

Paradójicamente, todos esos adjetivos, que se usaban de forma peyorativa en su caso, resultaron prácticos a nivel expresivo, como él indicó en una entrevista:

“Yo no sé meterme las manos en los bolsillos. Yo hablo con la voz, con los ojos y con las manos. Yo no puedo estarme atado. Yo no sabría cantar así”.

La conquista de la atención según Aristóteles

Según la Retórica de Aristóteles, los tres elementos básicos de la persuasión son el logos, el ethos y el pathos. El logos es el contenido del discurso, el ethos hace referencia al nivel de confianza que el auditorio otorga al orador y el pathos es la pasión con la que se transmite el discurso.

Raphael domina los tres elementos: sus canciones, lo que dice, son más que conocidas por el público; la confianza que éste tiene en él es positiva y, además, su manera de expresar indica pasión y es clave en su discurso.

La vehemencia en la interpretación de Raphael es indiscutible, y esto lo ha conseguido gracias a su gestualidad. Sus actuaciones son muy teatrales. Interpreta, metiéndose en la letra que articula, porque busca llamar la atención de los espectadores durante las dos horas y media de concierto. Al igual que en las obras de los pintores manieristas, en su trayectoria es importante “la búsqueda de la pose y el efecto (…) Estimular al espectador para arrancarlo de su indiferencia”.

Que la comunicación no verbal de Raphael es evidente no quita que sea eficaz. Y aunque, teóricamente, este tipo de comunicación es espontánea, sus gestos forman parte del repertorio del artista.

Lo que no cambia

Dentro de los espectáculos de Raphael, tanto en directo como en grabaciones televisivas, hay elementos que siempre se mantienen iguales.

Uno de ellos es la disposición del espacio en el escenario. En este caso, el cantante no se diferencia de otros solistas. Él se encuentra en el centro, los músicos se sitúan detrás, y la iluminación está más centrada en él que en lo que ocurre a su espalda. Lo que cambia con respecto a otros espectáculos es que su poca quietud en el escenario contrasta con la de su audiencia, que le ve sentado, como él quiere que le vean. Puntualmente bailan, pero es durante poco tiempo, con cierto orden y siendo conscientes de que al acabar el baile volverán a la butaca asignada.

Raphael cantando ‘Mi gran noche’, en el Especial ‘Raphael. De tanta gente’ de RTVE.

Otra de las constantes en las actuaciones de Raphael es su apariencia física. Mide aproximadamente 1,70m, se mantiene delgado, aparece afeitado y con el pelo corto. Hace décadas, en su primera actuación en México, tuvo que enfrentarse al público con una camisa y un pantalón negros recién comprados, ya que le habían perdido las maletas en el viaje. Tuvo tanto éxito la actuación que ha mantenido esa imagen durante años: traje oscuro con camisa negra, que centra la atención de la gente en sus movimientos, sus manos y su cara.

Además, mantener esta vestimenta a lo largo del tiempo otorga atemporalidad a sus actuaciones, que son difíciles de datar.

Lo que sí cambia, pero no mucho

Hay muchos otros factores variables que influyen en la comunicación no verbal del cantante en el escenario.

A esto hay que añadirle las diferencias que surgen entre sus actuaciones en un concierto o un plató de televisión. Por ejemplo, la distancia que se establece entre él y su público a veces es menor en el segundo caso gracias a los primeros planos. O la mirada, que en una gala se dirige no a los espectadores en directo sino a los televidentes.

Raphael interpretando ‘Como yo te amo’ en 1980 en la televisión, sin perder de vista a los televidentes.

Como mencionamos anteriormente, las expresiones faciales de Raphael a lo largo de su carrera han sido juzgadas como exageradas. Por ejemplo, abre mucho los ojos o sonríe de una forma amplia y característica. Estas “exageraciones” son, sin embargo, el vehículo para hacer que la conexión con el público sea más eficaz.

Y merece la pena hablar del característico movimiento que hace mientras se desplaza por el escenario, con grandes zancadas y dando una especie de brazadas castrenses, como si desfilara –pero algo más relajado–.

Pero lo más destacado de su personalidad artística, junto con su voz, es su gestualidad. Levantar las manos girando las muñecas, señalar al público o al suelo (o a la cámara, si la hubiera), llevarse la mano al pecho o al corazón, decir “no”, cerrar el puño con la mano derecha… son todos los movimientos que los imitadores, cuando hacen una caricatura, exageran en sus parodias del cantante.

Raphael interpretando ‘Yo soy aquel’ en 1980 en Eurovisión en 1966, indicando, mientras apunta al suelo, que él está ‘aquí, aquí para quererte’.

Lo que dice Raphael viene muy determinado por cómo lo dice: su modulación de la voz, su intensidad en las palabras, el alargamiento de vocales consonantes o el seseo que le sale cuando canta pero no cuando habla son habituales en sus recitales. Como él dice, “fantasea con la voz”, interpreta a su manera.

Raphael interpretando ‘Escándalo’ en 2019 haciendo fantasía con la voz.

Es complicado destacar en la industria musical, con tantas nuevas opciones al año. Y es más complicado mantenerse. Pero hace 60 años, Raphael se propuso “dejar huella de un estilo”. Claramente, lo ha logrado.The Conversation

Estrella Fernández-Jiménez, Profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Relaciones Públicas (US), Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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