domingo, 27 de junio de 2021

Enseñar Rachmaninov en el siglo XXI

Las nuevas tecnologías nos enseñan a enseñar de otra forma. Grunpfnul / Wikipedia
Marcos Andrés Vierge, Universidad Pública de Navarra

La música ha sido uno de los principales impulsores del desarrollo de Internet, desde la evolución de la Web.1 a la Web.2. En su reseña sobre el trabajo de Steve Collins y Sherman Young, Paul Fischer subrayaba la idea de que la música fue la primera industria creativa y cultural en verse influenciada por los cambios tecnológicos. Estos autores establecieron el concepto de Music 2.0, una extensión de la Web.2.0 utilizado para referirse a la intercreatividad, la confluencia de ideas y tecnología a través de Internet.

Pedagogía musical

La transversalidad de la música ha facilitado la producción conjunta de contenidos en Internet, como en el caso del proyecto Petrucci Music Library que debe su nombre al editor de música italiano del renacimiento Octaviano Petrucci; el uso del software musical libre, como Sonic Visualiser para visualización y análisis del audio, Musescore (edición de partituras) o Audacity (edición de audio); el enorme potencial para la música de algunas redes sociales como YouTube, que ha posibilitado entre otras cosas que el “público cultural” se convierta en creador pero también en “alumno” de espacios educativos tan relevantes como Listening to Music, del profesor Craig Wright; la mediación musical para proyectos pedagógicos a través de Internet; la utilización de las aplicaciones para hacer y aprender música; la robótica aplicada a la música o el uso de la realidad virtual, aún en claro proceso de experimentación, pero con iniciativas como la de producir conciertos en directo a través de los inalámbricos.

Como se puede observar, este enorme potencial de la música y su carácter transversal han calado en la pedagogía musical. Algunos principales paradigmas educativos actuales tienen relación con las nuevas tecnologías: la innovación educativa, la diferencia entre lo lúdico y lo educativo, así como entre lo creativo y lo recreativo, los nuevos espacios de enseñanza-aprendizaje, la dialéctica establecida entre la libre información y el verdadero conocimiento, los nuevos lenguajes, la importancia de la interacción en los procesos de enseñanza o los recursos tecnológicos en constante desarrollo.

La innovación en educación puede proceder de la utilización de cualquier tipo de herramienta aplicada para enseñar algo de manera diferente (no necesariamente para enseñar algo nuevo). En estos momentos, las apps tienen una especial relevancia en el mundo tecnológico. Su uso está limitado a tareas concretas y exige al docente una constante revisión y selección de la aplicación más adecuada a sus objetivos, pero no cabe duda de su proyección relevante y fundamental en todo tipo de facetas. Por ejemplo, en la enseñanza de música en Educación Primaria.

El término “creatividad” ha sido tan utilizado en los últimos años que a nivel pedagógico se discute qué metodologías suponen un proceso meramente recreativo y cuáles, además, enseñan. La tecnología y la creatividad se han unido en multitud de ocasiones, aunque en algunos casos no esté claro su resultado académico. Afortunadamente, Internet permite observar diferentes proyectos a través del ejemplo práctico, como revela esta clase basada en la metodología del compositor y pedagogo Brian Dennis.

Clase experimental en 1969.

Modificando el tiempo y el espacio

Uno de los efectos más significativos de las TIC en los entornos educativos es la posibilidad de flexibilizar el tiempo en el cual el estudiante recibe la formación y el espacio donde la realiza, posibilitando el acceso a multitud de expertos.

El siguiente vídeo muestra la explicación de un profesor de música de primaria sobre la utilización de la pizarra digital y el blog, pero existen infinidad de ejemplos de enseñanza online y semipresencial (blended learning) que cada vez con más fuerza se abren camino en una sociedad que demanda nuevas fórmulas de enseñanza-aprendizaje.

La interactividad es sin duda otra de las características más significativas de estos entornos de formación. Existen diferentes posibilidades para que el alumno interactúe con el entorno y pueda construir su propio itinerario formativo, adaptándolo a sus necesidades. Y, además, gracias a ella es posible la comunicación con diferentes participantes del sistema, independientemente de jerarquías. Por último, la interactividad supone ser un receptor activo en la construcción de significados. Este es uno de los principales retos que seguramente cambiará la concepción de la enseñanza en los próximos años.

En un curso de verano realizado en 2013 desde junio a septiembre en formato blended learning se trabajó sobre un tema tan técnico como la orquestación musical. El curso se realizó desde la plataforma virtual de la Universidad Pública de Navarra y los resultados pueden observarse en esta publicación, que además recoge en vídeo parte de la interpretación de las obras en un concierto final de curso celebrado en el Museo de Navarra.

Enseñar a procesar la información

Una de las consecuencias fundamentales de Internet consiste en el libre acceso a la información. No obstante, hay que evitar caer en dos errores: en primer lugar, realizar un paralelismo entre información y conocimiento; en segundo lugar, creer que tener acceso a más información puede significar estar más informado.

En la actualidad, las nuevas tecnologías permiten que el estudiante pueda acceder a grandes bases de conocimiento, por lo que el problema de la educación no consiste solo en la localización y búsqueda de información, sino principalmente en aprender a seleccionarla, interpretarla y evaluarla.

Las TIC han transformado también los modelos de enseñanza y aprendizaje. La sociedad actual exige mensajes más complejos en medio, simultaneidad y fragmentación y menos complejos en el contenido. La forma de expresar y contar la información puede ser según la tradicional secuencia lineal hasta el formato hipertexto e hipermedia. Es decir, pensar de manera hipermodal, comunicando un contenido a través de texto, imágenes, vídeos y sonidos. La elaboración del sentido conjuga lo verbal y no verbal.

Por ejemplo, un profesor explica que el compositor e intérprete de piano S. Rachmaninov tenía unas manos muy grandes y su escritura para el piano era muy virtuosa. Lo puede hacer seleccionando un fragmento de audio de un concierto significativo pero, con las nuevas tecnologías, podría decir lo mismo de manera diferente, como muestra el ejemplo siguiente en el que a un fragmento de una película se le añade la partitura del concierto que se está interpretando en el filme.

Escena de Shine con superposición de partitura de Rachmaninov.

Los modelos educativos ya han cambiado en cualquier área de conocimiento, como la música, y en cualquiera de sus niveles y tipologías (enseñanza formal, no formal e informal). Es algo inevitable y por tanto el futuro requerirá de verdaderos proyectos innovadores que aporten valor añadido a una enseñanza magistral tradicional.

A modo de conclusión, estos tres últimos ejemplos ilustran lo comentado en el texto:

En el vídeo de arriba, Sonic Visualiser ayuda a explicar que, para Beethoven, la dinámica era un elemento estructural fundamental y por lo tanto, no susceptible para los intérpretes de ser cambiada sin considerar el criterio formal.

En esta presentación, un recurso en ocasiones tan mal utilizado en la docencia como el Power Point se ofrece incrustado en la herramienta Zentation para ilustrar el funcionamiento de un Ritornello de Sonata, concretamente el primer movimiento del Concierto para violín de Beethoven.

Y, para terminar con movimiento, en el vídeo siguiente, del foro TED, el músico australiano John Varney ofrece una perspectiva diferente del ritmo y de cómo está presente en todos los aspectos de nuestra vida. Como el aprendizaje y como la música. The Conversation

Una nueva forma de ver el ritmo.

Marcos Andrés Vierge, Profesor Titular del área de Música, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Contra la mediocridad, elogio de la belleza

La galería del cardenal Silvio Valenti Gonzaga (Giovanni Paolo Pannini, 1749). Wikimedia Commons / The Ella Gallup Sumner and Mary Catlin Sumner Collection Fund
Antonio Fernández Vicente, Universidad de Castilla-La Mancha

Seré muy breve. Para tratar sobre la mediocridad en un principio escribí varias versiones digamos canónicas, plagadas de referencias a autoridades en la materia, como los filósofos José Ingenieros y José Ortega y Gasset. Además de un cierto perfume elitista, el panorama que presentaba era sin duda bastante deprimente. Lo borré todo.

Así pues, en lugar de la clásica definición de mediocridad formularé unas cuantas preguntas.

Primera cuestión: la atención

¿A qué le dedican ustedes su atención? ¿Han pensado en el empleo que hacen de su tiempo? ¿En qué lo ocupan? ¿Eligen ustedes o se sienten víctimas de quienes seducen su atención?, ¿de quienes nos distraen continuamente?

¿Por qué no dirigir nuestra atención a lo que merezca la pena? En ese caso, ¿sabemos qué es valioso y qué no? ¿Qué es o no mediocre? ¿Qué es o no excelente? ¿Por qué no tomarse un tiempo y escapar al reino de la distracción permanente? ¿Por qué no vivir en los ritmos lentos y pausados de Erik Satie?

Erik Satie - Gymnopédie No.1.

Segunda cuestión: el dilema

¿Por qué regalar nuestro tiempo a quienes no nos ofrecerán más que vulgaridad?, ¿a quienes tratan de moldear nuestro pensamiento y comportamiento con sus retóricas simplistas?, ¿a esos memes y demás jerigonzas virales que no hacen más que embrutecernos?, ¿a esas grotescas soflamas de odio que polarizan y radicalizan nuestra sociedad?

¿Por qué abrir los oídos a charlatanes hábiles en el arte de medrar de la política espectáculo?, ¿a esos comunicadores propagandistas, lisonjeros y serviles que, bajo la pretendida objetividad o el relativismo absoluto que asegura que todo depende del punto de vista, intentan formatear nuestras mentes?

¿No es mejor escuchar a Bob Dylan que el raquítico parloteo de la política reducida a teatro de apariencias?

Bob Dylan, Political World.

Tercera cuestión: La belleza

¿Por qué no admirar la belleza de lo cotidiano en lugar de lo grotesco? ¿Por qué no escuchar música que nos enriquezca en lugar de ruidos que nos envilezcan? ¿Por qué no sentir a George Harrison y su canción Be here now? ¿Por qué no desterrar lo mediocre para aprender a admirar todo lo bello que existe aquí y ahora? ¿Por qué dejarnos engañar con tantas retóricas farfulleras y fascistoides cuando hay tanta belleza a nuestro alrededor?

George Harrison, Be Here Now (subtitulada).

Cuarta cuestión: “Estar junto a quien amo”

¿No han pensado en que hay todo un mundo de libros al alcance de quien quiera ilustrarse con el pensamiento de las mentes más excelsas? ¿Por qué dedicar tiempo a fruslerías mediáticas y demás frivolidades?, ¿a esas series que eternizan artificialmente sus giros dramáticos porque su negocio reside en encadenar permanentemente nuestra atención?, ¿a los llamados streamers que devalúan el lenguaje y se sirven de los lugares comunes y clichés para hipnotizarnos?

¿Por qué no dejarse llevar por la palabra convertida en poesía, en algo fértil? ¿Por qué no rodearse de lo que uno ama? ¿Por qué no alejarse del espejismo de las dañinas trivialidades y leer a Luis Cernuda?

“La poesía para mí es estar junto a quien amo. Bien sé que esto es una limitación. Pero limitación por limitación ésa es después de todo la más aceptable. Lo demás son palabras que sólo valen en tanto expresan aquello que yo no pensaba o no quería decir”.

Quinta cuestión: la revolución silenciosa

¿Por qué no poner en marcha una revolución silenciosa y fría? ¿Por qué no apartarse del flujo incesante de las redes que nos vuelven cautivos? ¿Por qué no hacer que el smartphone deje de ser el centro de nuestras vidas y sólo sea un satélite periférico? ¿Por qué no preferir el silencio? ¿Por qué no aprender a escuchar en lugar de tanta barahúnda y tanto hablar por hablar?

¿Por qué no liberar tiempo, nuestro bien más preciado, para dedicarlo a lo que nos haga vivir mejor y con más sentido? ¿Por qué no hacer oídos sordos al embuste y las viles invectivas? ¿Por qué no concentrarse en los más ínfimos detalles de una simple conversación, de un rostro? ¿Por qué no mirar de vez en cuando lo que nos rodea como si fuese un paisaje artístico? ¿Por qué no fascinarse con la melancolía que supo plasmar la pintora Constance Marie Charpentier?

Melancolía (Constance Marie Charpentier, 1801). Wikimedia Commons / Museo de Picardía

Última cuestión: el cielo y el infierno

¿Daremos su lugar a lo que merece en verdad la pena? ¿Sabremos discernir entre lo que empobrece el mundo y aquello que lo enriquece?, ¿entre los mediocres que se precian de ser excelentes y quienes lo son verdaderamente?

¿Por qué no leer a Italo Calvino y sus Ciudades invisibles en lugar de dejar que otros usurpen nuestra atención con sus nimiedades y parafernalias? ¿Por qué no hacer nuestra la tarea fundamental que proponía Calvino?

“Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.

Epílogo

Cada cual, si así lo desea, se refugia en sus santuarios, alejados todo lo posible de supercherías y vulgaridades. Y habrá tantos santuarios y tan variados como gentes ávidas de una vida digna depurada del germen de la mediocridad.

Después de haber escrito a vuelapluma tantas y tantas preguntas, me retiro a escuchar apaciblemente otra canción de George Harrison, La luz que ha iluminado el mundo. Estar junto a lo que amo es poesía, lo opuesto a la mediocridad, y será la única definición que puedan ustedes leer aquí.The Conversation

George Harrison, The Light That Has Lighted the World.

Antonio Fernández Vicente, Profesor de teoría de la comunicación, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El camino del rap: del barrio al Pulitzer

Kendrick Lamar actuando durante el Festival de verano de Quebec el 7 de julio de 2017. Amy Harris/AP Photo
Lakeyta Bonnette-Bailey, Georgia State University

El premio Pulitzer otorgado a Kendrick Lamar es un hito importante para el hip-hop, un género que celebra su 45.º aniversario en agosto.

También es un triunfo que muchos, hace solo una década, no habrían pronosticado. Como alguien que enseña y estudia las ideas políticas del hip-hop y del rap, me sorprendí gratamente.

Pensé en los primeros años del hip-hop, cuando algunos insistían en que el género, denigrado como «basura pornográfica», sería un fiasco.

Sin embargo, no fue ninguna moda; su música enseguida fue ganando en aceptación popular. Como respuesta, muchas personas –desde padres hasta políticos y líderes comunitarios– criticaron esta forma de arte y trataron de reprimirla.

La historia del hip-hop es una historia de rebeldía, intentos de censura y, finalmente, aceptación artística.

El rap conoce el éxito y, después, la resistencia

El hip-hop enraizó en el Bronx cuando comenzaba la década de los setenta. Al principio, el rap, centrado en la narración rimada, no desempeñó un papel importante. Sin embargo, hay al menos cuatro elementos tradicionales de la cultura hip-hop: el DJ, el grafiti, el break dance y el rapeo.

Hoy en día, sin embargo, el rap es el distintivo más destacado de la cultura hip-hop. El principio central de su estilo –hacer rimas sobre ritmos– se remonta a los poetas políticos del Black Arts Movement (Movimiento del Arte Negro), con letristas como Gil Scott Heron, que usaban sus voces como forma de resistencia a principios de los setenta.

El rap no tendría éxito comercial hasta el Rapper’s Delight de Sugarhill Gang (1979). Más tarde, el The Breaks de Kurtis Blow también alcanzó el número 87 en la lista Billboard Hot 100 y el número 4 en el ranking Hot Hip Hop/R&B. A esto le siguió la primera canción de rap política, The Message, del grupo Grandmaster Flash and The Furious Five, en 1982.

‘The Message’ de Grandmaster Flash and the Furious Five.

Si bien a menudo el rap exploraba temas importantes como el trauma de la pobreza y las adicciones, las letras también describían la violencia y se desviaban hacia la misoginia. A medida que la popularidad del género crecía, también lo hacían las críticas, tanto desde dentro como desde fuera de la comunidad negra.

En 1993, el reverendo Calvin Butts, de la Iglesia Bautista Abisinia de Harlem, organizó una protesta contra ese estilo de música en la que los asistentes destrozaron discos de rap.

«No toleraremos la música vil, desagradable, rastrera, ofensiva y grosera», dijo.

Mientras, la activista política afroamericana C. Delores Tucker se convirtió en una de las más feroces críticas del género.

“¿Qué creéis que diría el Dr. King sobre los raperos que llaman zorras y putas a las mujeres negras?”, se preguntaba en 1996. “¿Y sobre los raperos que ensalzan a matones, traficantes y violadores? ¿Qué tipo de ejemplo son para los jóvenes que viven en los barrios marginales?”.

En otros casos, intervino la justicia.

Un tribunal de distrito de Florida dictaminó que el álbum As Nasty as They Wanna Be, publicado en 1989 por Luther Campbell y el grupo 2 Live Crew, era considerado obsceno de acuerdo con la ley, y prohibió que las tiendas de discos de Florida lo vendiesen. Más tarde, miembros del grupo 2 Live Crew fueron arrestados por interpretar canciones de ese álbum en el condado de Broward, y también algunos propietarios de tiendas que siguieron vendiéndolo. Con el tiempo, el Tribunal de Apelación anuló la resolución de acuerdo al principio de libertad de expresión.

Charles Freeman, dueño de una tienda de discos, esposado tras vender a un agente encubierto una copia del álbum ‘As Nasty As They Wanna Be’, de 2 Live Crew. Doug Jennings/AP Photo

Las letras contra la policía, que proliferaron a finales de los años ochenta, fueron uno de los grandes focos de críticas. Muchas describían el acoso, la elaboración de perfiles raciales y la brutalidad policial que sufrían los barrios desfavorecidos de todo el país.

Sin embargo, fueron las canciones del grupo N.W.A. las que llamaron más la atención, especialmente Fuck tha Police, que criticaba a la policía sin disimulo.

Los sindicatos policiales denunciaron la letra de la canción; algunos departamentos de policía se negaron a atender la seguridad durante las actuaciones de N.W.A., mientras que el FBI envió una carta a la discográfica del grupo, Priority Records, en la que consideraba que la letra era “disuasoria y humillante para esos agentes valientes y comprometidos”.

“Un canal de televisión invisible” para la población negra

Debido a estas controversias que acaparaban titulares, fue fácil para los críticos menospreciar el rap como un género nihilista que se regodea en la misoginia y la violencia.

A menudo se ignoraba la forma en que la música rap llegaba a la juventud marginada y aislada de los barrios pobres, que detallaba su vida cotidiana de una manera que la mayoría de los medios de comunicación no hacía, o no podía hacer.

Chuck D, del grupo Public Enemy, definió el rap como “el canal de televisión invisible que la población negra de Estados Unidos nunca tuvo”. Maxine Waters, diputada por Los Ángeles, fue una de las pocas políticas que reconoció sus valores positivos. En 1994, se unió a la defensa del rap.

“Sería un error imprudente señalar a los poetas como la causa de los problemas de Estados Unidos”, afirmó. “Son nuestros hijos y han inventado una nueva forma de arte para describir su sufrimiento, sus miedos y frustraciones con nosotros como adultos”.

Ese mismo año, Tricia Rose, experta en Estudios Americanos, publicó Black Noise, su trascendental estudio sobre la cultura hip-hop. Fue la primera académica que exploró las complejidades y contribuciones positivas del género en forma de libro.

Y después estaba el simple hecho de que a los estadounidenses les encantaba la música rap: en los años noventa se había convertido en el género más popular en la lista Billboard Hot 100.

No obstante, quizás debido a su reputación, en los ámbitos tradicionales dudaban si abrazar el rap.

Los Grammy tienen una historia polémica y contradictoria con el rap. El primer premio relacionado con el hip-hop fue el Grammy a la mejor interpretación de rap, otorgado en 1989 al dúo DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince por su canción Parents Just Don’t Understand. Sin embargo, los Grammy no emitieron este premio durante la cobertura televisiva del espectáculo, una decisión que hizo que algunos artistas de hip-hop boicotearan la ceremonia.

En 1993, el grupo de rap Arrested Development recibió el Grammy al mejor artista revelación. Dos años después, los Grammy reconocieron por primera vez a artistas femeninas de hip-hop, cuando Queen Latifah y Salt-N-Pepa ganaron cada una un premio. Pero solo dos álbumes de rap han ganado el codiciado Grammy al álbum del año: el The Miseducation of Lauryn Hill de Lauryn Hill, que pertenecía a la categoría de álbum R&B, y el álbum Speakerboxx/Love Below, del dúo de southern rap (rap sureño) Outkast.

El rap consigue un aliado en la Casa Blanca

En la actualidad la situación sigue siendo muy parecida. La brutalidad policial continúa siendo un tema recurrente del rap, incluido el trabajo de Kendrick Lamar.

En su canción Alright, rapea: “Nigga, and we hate po-po, wanna kill us dead in the street fo sho” (Negrata, y odiamos a la poli, quieren matarnos en la calle, sin duda).

Las críticas tampoco han disminuido. En una sección del canal Fox News del 29 de junio de 2015, el presentador Geraldo Rivera criticó la canción Alright y argumentó que en los últimos años el hip-hop había hecho más daño a la juventud afroamericana que el racismo.

Lamar respondió diciendo: “El hip-hop no es el problema. El problema es nuestra realidad”.

A pesar de la obstinación de la crítica, el reconocimiento al hip-hop ha ido aumentando en otros galardones populares. El rapero Eminem y el grupo de rap Three 6 Mafia han ganado premios Óscar. Los artistas de hip-hop también reciben votos para entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll, como Tupac, que ha sido el último en sumarse a esta lista. En 2017 el Premio Kennedy reconoció al rapero y actor LL Cool J, la primera vez que este premio se otorgaba a un artista de hip-hop.

El presidente Barack Obama desempeñó un papel importante en la aceptación del género. Incluso antes de anunciar de forma oficial su candidatura a la presidencia, Obama mantuvo reuniones privadas con raperos como Ludacris, para hablar sobre el empoderamiento de la juventud.

Durante sus campañas electorales y sus dos presidencias, los raperos siempre contaron con su atención: siguió reuniéndose con ellos, mencionándolos en sus discursos e incluso recibiéndoles en la Casa Blanca.

Después de la elección de Obama, las opiniones de los republicanos también empezaron a cambiar. En 2009, el expresidente del Comité Nacional Republicano Michael Steele intentó atraer a raperos al Partido Republicano. Oprah Winfrey, que en el pasado había criticado la música rap, realizó su primera entrevista en profundidad a un rapero cuando invitó a Jay-Z a un programa emitido el 24 de septiembre de 2009.

En 2016, el presidente Barack Obama recibió a Kendrick Lamar en la Casa Blanca.

En los siglos XIX y XX, hubo intentos de censurar las narraciones de los esclavos porque detallaban la dura realidad de la esclavitud en los estados del sur del país. Los críticos cuestionaban la autenticidad y exactitud de dichos relatos. Pero con el paso del tiempo, cada vez más personas fueron reconociendo el valor de esas narraciones y el gobierno federal envió a escritores para que anotaran las historias orales de los esclavos supervivientes en la década de 1930.

En las últimas décadas ha ocurrido algo similar con el rap. Mientras algunos han intentado silenciarlo, debido a la crudeza de su retrato de la vida en los barrios desfavorecidos, mucha gente entiende cada vez más su valor. Al igual que las narraciones de los esclavos, el rap auténtico y sincero ha dado una voz a los que no la tenían.

Por su papel en esta tradición, Kendrick Lamar tiene bien merecido el Premio Pulitzer.The Conversation

Lakeyta Bonnette-Bailey, Associate Professor of Political Science, Georgia State University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Cómo Aretha Franklin encontró su voz para crear el soul más emocionante de su tiempo

Aretha Franklin actúa en el Radio City Music Hall de Nueva York. 1989. AP Photo/Mario Suriani
Adam Gustafson, Penn State

Un escándalo de voz. Activista social. Colaboradora artística. Diva.

Mientras despedimos a Aretha Franklin, la reina del soul será recordada merecidamente en una serie de homenajes que reflejan el inmenso legado de su vida y su música.

Su voz está arraigada en el canon de la música americana, y ha alcanzado logros asombrosos. Pero para mí, un período de su carrera destaca como el más significativo: los años que siguieron a su abandono del mundo del góspel.

Su salto a la música más comercial significó un paso enorme en un segmento de la industria dominado por hombres que tenían ideas muy concretas sobre cómo debía cantar una mujer y sobre qué debía cantar.

Su capacidad para mantener el control sobre su carrera supuso un momento decisivo para las cantantes femeninas que buscaban encontrar y mantener su propia voz artística.

Columbia intenta moldear a una estrella

Aretha Franklin comenzó su carrera en Detroit cantando góspel bajo la tutela de su padre, C.L. Franklin. Como madre adolescente de dos hijos a mediados de la década de 1950, seguir con el góspel habría sido un camino sensato.

Durante la década de 1950, varios cantantes de góspel comenzaron con éxito la transición a la música secular, incluyendo notables ejemplos como Sam Cooke y Willie Mae Thornton. La ambiciosa Franklin siguió sus pasos y se fue de Detroit a Nueva York.

En 1960, Aretha Franklin firmó un contrato con Columbia Records después de ser perseguida por John Hammond, un ejecutivo de talento que, al principio de su carrera, había fichado a Billie Holiday.

En Columbia, Franklin grabó su primer álbum no-góspel, Aretha: With the Ray Bryant Combo, lanzado en febrero de 1961. Hubo críticas contrapuestas. No tanto por la calidad del disco como por el batiburrillo de canciones que incluía.

El álbum se abre con “Won’t Be Long”, una canción escrita por John Leslie McFarland, autor de varios éxitos para rockeros de la década de 1950 como Bill Haley y Elvis Presley.

La canción es una pieza de R & B con un toque de rock ‘n’ roll. El papel de Franklin en la canción y el álbum es únicamente como vocalista. Los arreglos de la canción y del piano –dos de los puntos fuertes de Franklin– se dejaron a su conjunto de acompañamiento masculino y al equipo de producción.

‘Won’t Be Long’ es una canción llena de vida, pero no muestra exactamente el talento de Franklin.

Como muchas de las canciones de rock, habla de esa permanente fantasía masculina sobre chicas que se quedan añorando a los chicos que se han ido.

“Me siento tan sola desde que el hombre se fue”, canta, recordando el tema recurrente. A pesar del mensaje, es la voz de Franklin, jubilosa y fuerte, la que toma las riendas. Al final, el significado de la letra ya no importa. Lo que queda es Franklin, quien claramente no parece molesta con la idea de que su hombre se quede o se vaya.

Después de “Won’t Be Long”, las cosas se vuelven realmente extrañas. La energía de la apertura se esfuma cuando comienza la versión de “Over the Rainbow”. La yuxtaposición de estas dos canciones personifica la naturaleza confusa de su primer álbum. Es casi como si los ejecutivos de Columbia no pudieran decidir qué nicho de “cantante popular femenina” Franklin debería ocupar, así que probaron un poco de todo.

El resto del álbum mantiene el mismo estilo aleatorio; Franklin versiona clásicos de Gershwin a Meredith Wilson, con una sobredosis de melodías de McFarland en el medio.

El álbum no tuvo mucho tirón, y su carrera en Columbia solo puede describirse como frustrante, con sus impulsos artísticos continuamente reprimidos por una compañía que aparentemente quería moldear a una estrella en lugar de a una artista.

Liberando a Franklin

Franklin se exasperó con una discográfica que no entendía ni apoyaba la música que ella intentaba crear. En 1966, después de nueve álbumes, Columbia y Aretha Franklin se separaron.

Y apareció Jerry Wexler, el pionero del R & B y ejecutivo de Atlantic Records que había seguido de cerca su carrera. Liberada de Columbia, Franklin firmó con Atlantic Records, que ya era conocida como una de las mejores discográficas de R & B en Estados Unidos.

La estrategia de Wexler con Franklin fue simple. En lugar de intentar adherirse a normas más antiguas, como los productores de Columbia, Wexler simplemente se mantuvo al margen de Franklin, dándole una libertad que la llevó a crear la música soul más emocionante y con visión de futuro de la época.

El momento clave llegó cuando Wexler organizó una sesión de grabación en los legendarios estudios FAME en Muscle Shoals, Alabama.

Los estudios de grabación FAME en Muscle Shoals, Alabama. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

Esa sesión dio lugar a la canción “I Never Loved a Man the Way I Loved You”, que se grabó en vivo en el estudio. Temáticamente, “I Never Loved a Man” no es tan diferente de la versión de Columbia de “Won’t Be long”, ya que esencialmente juega con la misma fantasía masculina.

Pero la música es claramente de Franklin.

Utilizando músicos de Muscle Shoals y Stax Records de Memphis, la canción contiene una determinación y una energía que no aparece en las grabaciones de Columbia. Con enfáticos vientos y arreglos de guitarra de blues, la banda secunda a Franklin, pero lo hace sin sobreactuar.

‘Todo se unió para hacer que Franklin triunfara en Muscle Shoals’.

Aunque “I Never Loved a Man” es el primer tema que se grabó (y el que da título al álbum), la canción de apertura fue la que realmente lanzó a Franklin al estrellato.

Coloque la aguja en el disco y escuchará vientos y un valiente riff de guitarra. Cuando Franklin inicia el primer verso: “What you want, baby I got it”, se puede escuchar su piano golpeando como una segunda batería, añadiendo un boom de percusión a toda la canción.

Según Wexler, la idea de versionar “Respect” y los arreglos fueron de Franklin. Después de escuchar la canción que muchos consideran ahora como un himno feminista, en lugar de una canción sobre una relación de pareja, Otis Redding, que escribió el tema, le dijo a Jerry Wexler: “Esa muchacha se ha quedado mi canción”.

El resto es historia.The Conversation

Adam Gustafson, Instructor in Music, Penn State

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las multitudes suenan afinadas… incluso si todos sus miembros desentonan

dominic hampton unsplash. Unsplash, CC BY-SA
Lucas Lacasa, Queen Mary University of London

Va a un concierto de su banda preferida. En un momento de la noche, el cantante deja al público la labor de entonar. Usted, como los amigos que le acompañan, se desgañita cantando. En mitad de la euforia, se da cuenta de lo mal que lo está haciendo. De hecho, se da cuenta de que todos sus amigos cantan mal. “¡Qué horror!”, piensa.

Un par de días después, entra en YouTube para buscar vídeos del concierto. Para su asombro, la parte en la que canta el público ¡es casi la mejor! Pelos de punta. ¿Cómo puede sonar tan bien? Por un momento se fustiga: “Mis amigos y yo seríamos los únicos que desafinábamos entre las 50.000 personas”. Pero luego piensa: “No, ¿cómo puede ser? Si bien alguien habría que cantase bien, en general la gente desafina”.

Y tiene razón.

Si no ha experimentado de primera mano lo anteriormente descrito, le sugiero que escuche esto:

Y ahora, esto:

Por extraño que parezca, al combinar una gran multitud en la que cada uno canta mal, el cántico colectivo suena coral, afinado. Este efecto puede verse como un ejemplo de inteligencia colectiva, donde el grupo es más eficiente que cada individuo a la hora de realizar una tarea concreta.

Es importante señalar que lo que escuchamos no es solo un efecto de tipo regresión a la media, donde los que desafinan por arriba anularían a los que lo hacen por abajo. Es algo más sutil, un efecto psicoacústico en el que entran en juego la física, la fisiología y la cognición humana.

La misteriosa teoría del tono percibido

Cuando producimos un tono puro, con una única frecuencia, el tono que escuchamos coincide con esa frecuencia. Sin embargo, cuando tocamos a la vez varios tonos puros, ¿cuál es la frecuencia que percibimos? ¿En qué tono suena eso?

La teoría del tono percibido ha sido fuente de debate y controversia desde el siglo XIX. Cuando varios tonos puros se superponen a la vez, la onda sonora resultante se denomina tono complejo. Cada uno de los tonos puros que la componen se denominan parciales.

El tono percibido de un tono complejo es la frecuencia efectiva a la que el oído humano percibe que suena esa onda sonora. Aunque esta es una cantidad medible, no es el resultado de una simple combinación de parciales. Entran en juego no solo la naturaleza de la onda sonora, sino también del oído que la percibe y del circuito cerebral que la procesa.

En ocasiones, el tono percibido no se corresponde con ninguna de las frecuencias de los parciales. Es decir, no existe ni siquiera una vibración física a la frecuencia que se escucha.

Cuando el tono complejo se obtiene por la mezcla de únicamente dos tonos puros con frecuencias f₁ y f₂, entonces suele ser habitual asociar el tono percibido con la frecuencia fundamental, definida como el mayor divisor común de f₁ y f₂. Cuando mezclamos más de dos tonos puros esta receta no siempre funciona.

Hace unas décadas, el físico Eric Heller de la Universidad de Harvard en Estados Unidos estudiaba problemas de espectroscopía molecular. Observó entonces que en el espectro de luminiscencia de algunas moléculas aparecían ciertos patrones vibrónicos fantasma, algo similar a un tono percibido en un contexto donde las señales no son temporales sino espaciales.

Heller, apasionado por la física de la acústica, estudió años después y de forma teórica el problema paralelo de encontrar el tono percibido en un tono complejo, obteniendo un algoritmo para calcularlo basado en estudiar las propiedades de la función de autocorrelación de la señal.

Si todos desafinamos un poco, el tono percibido estará afinado

La clave para entender por qué el cántico del público parece afinado está en estudiar el tono percibido de un tono complejo. Gracias a Heller, ahora tenemos un algoritmo para hacerlo.

El tono complejo estaría compuesto por tantos parciales como personas en el público. Para hacerlo sencillo: si el tono afinado se corresponde con una frecuencia f , podemos modelizar la desafinación de cada miembro del público como f + d, donde d es una variable aleatoria extraída de una distribución Gaussiana de media cero y varianza .

Al aplicar el algoritmo de Heller al tono complejo que modeliza el cántico del público obtenemos como resultado que el tono percibido es igual a f + s² /f. Como el segundo término es mucho más pequeño que el primero, el tono percibido estará afinado.

Función de autocorrelación de un tono complejo compuesto por 100 parciales puros. Cada parcial tiene una frecuencia que se desvía de 1000Hz (el tono afinado) mediante una perturbación aleatoria extraída de una distribución Gaussiana de media cero y varianza s2 . El pico más alto de la función de autocorrelación (uno de los criterios de Heller para encontrar el tono percibido) coincide con el tono afinado para un rango de valores de la varianza. Para valores demasiado grandes (s=400) este efecto se desvanece.

El resultado es el mismo si utilizamos simulaciones numéricas como las de la figura. El tono percibido (primer pico de la función de autocorrelación) coincide con el tono afinado siempre que la varianza no sea excesivamente grande.

Como la varianza es baja porque todo el público del concierto canta la misma canción a la vez, entonces poco importa que cantemos todos mal. Si somos muchos, el público cantará genial.The Conversation

Lucas Lacasa, Doctor en Física y Profesor de Matemática Aplicada en Queen Mary University of London, Queen Mary University of London

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La mayoría podemos aprender a cantar

Cantar aumenta el control de la respiración y la capacidad pulmonar, puede mejorar la salud y libera la hormona de la felicidad. Mai Lam/The Conversation NY-BD-CC, CC BY-SA
Leigh Carriage, Southern Cross University

¿Tiene cuerdas vocales que producen sonido? ¿Puede distinguir entre una nota aguda y una grave? ¡Enhorabuena! Usted y aproximadamente el 98,5% de la población pueden aprender a cantar.

¿Y el resto? Bueno, según un reciente estudio canadiense, alrededor de un 1,5% de la población padece una enfermedad llamada “amusia congénita”. Estas personas tienen verdaderas dificultades para distinguir entre diferentes timbres, tonos y ritmos.

Así que si tuviese que interpretar una canción famosa, por ejemplo, el Cumpleaños feliz, y se equivocase en algunas notas, la mayoría de las personas identificaría los errores de inmediato. Sin embargo, alguien con amusia congénita podría no darse cuenta de los fallos. Puede ver ejemplos de esto en el siguiente vídeo, aproximadamente a partir del minuto 3:20.

Hace años recibí una propuesta para dar clases particulares de técnica vocal a una mujer que quería cantar en el cumpleaños de su marido seis meses después.

La primera vez que la escuché me di cuenta de que no era capaz de entonar con facilidad. Vino a clase todas las semanas y cumplió sus deberes con una diligencia increíble. Lo que le faltaba de habilidad natural lo compensó con pasión y disciplina. En seis meses, no solo entonaba, sino que cantaba patrones de octava y media gradualmente en todo su registro (por ejemplo, de do grave a la en la siguiente octava superior).

Y lo que es más importante, si cantaba mal una nota, podía distinguirla y corregirla. Cantó la canción ante su familia y tan felices.

Esta experiencia demuestra que el trabajo duro da sus frutos, pero no es el único factor. Un trabajo de investigadores alemanes descubrió que no solo tiene importancia cuánto se ensaye, sino también la rapidez en la identificación y corrección de los errores. Esto es lo que hace que un buen cantante se convierta en un intérprete experto. Dicho esto, hasta el cantante con más talento se quedará estancado si no ensaya de forma regular.

Los cantantes profesionales aprenden ejercicios vocales y técnicas de calentamiento.

Cómo funciona el canto

Entender cómo funciona exactamente el canto es sorprendentemente complejo. No es lo mismo cantar en la ducha o formar parte de un coro –aunque son un buen punto de partida– que dedicarse a cantar de manera profesional.

La práctica y entrenamiento del canto implican generar sensación de soltura vocal: es lo que ocurre cuando alguien canta sin esfuerzo aparente y percibimos emoción y belleza. La mayoría de los cantantes necesitan años de práctica para desarrollar ese tipo de libertad.

Como escribe la profesora de canto Jeannette Lovetri:

Se necesitan unos diez años para ser un cantante experto. Diez años de estudio, investigación, implicación, experiencia, experimentación, exploración y desarrollo; es entonces cuando se empieza a ser un artista.

Todos nacemos con lo necesario para el canto. Los primeros balbuceos que hacemos de bebés contienen algunos de los componentes clave del canto: variedad de tonos, dinámicas, ritmos y frases. Pero algunos tienen cierta predisposición genética que mejora con entrenamiento.

El estudio de la Universidad de Melbourne titulado “Let’s Hear Twins Sing” (“Escuchemos cantar a gemelos”) tiene como objetivo descubrir qué factores influyen en la habilidad del canto y en qué medida los genes desempeñan un papel en la precisión del tono.

Habilidad física y control

El acto de cantar parece sencillo, pero implica control muy preciso y coordinación de los músculos, unos músculos que deben ser flexibles y fuertes. El dominio vocal proviene del entrenamiento.

Una persona debe poder controlar la presión del aire en los pulmones y utilizar los músculos abdominales para empujar el aire hasta la tráquea, donde se encuentran las cuerdas vocales, que empiezan a vibrar. Para un cantante excelente, la salud vocal, la postura, la alineación y el control de la respiración van a la par de la imaginación, la expresión y la creatividad.

Los grandes cantantes profesionales de pop de la actualidad no nacieron siéndolo. También necesitan una mente curiosa, dedicación para entender la fisiología del instrumento vocal, disciplina y práctica diaria de calentamiento y de una variedad de ejercicios, un conocimiento profundo de armonía, capacidad de escribir y transcribir música, cierto grado de improvisación y técnicas escénicas.

Audrey Hepburn entona ‘Moon River’ (de Henry Mancini) en ‘Desayuno con diamantes’ (Blake Edwards, 1961).

Las estrellas del cine suelen tener que aprender a cantar para encarnar ciertos papeles (normalmente rodeados de un equipo de profesores de técnica vocal y con meses de práctica diaria). Los resultados no siempre son perfectos, pero eso no es lo importante. Por ejemplo, Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes tiene una voz suave y entrecortada, pero se adapta a su papel y refuerza su personaje.

Por tanto, si nunca ha cantado de forma profesional, pero quiere intentarlo, ¡le animo a que se dé una oportunidad! Lo más probable es que pueda aprender a cantar, y aunque no pueda hacerlo bien, el hecho de intentarlo produce beneficios para la salud.

Cantar mejora el control de la respiración y la capacidad pulmonar, puede mejorar la salud cardiovascular, libera oxitocina (la hormona de la felicidad), levanta el ánimo y reduce el dolor, y hasta puede mejorar el sistema inmunológico.

Así que disfrute cantando. Busque un profesor de canto al que le apasione cantar y enseñar, que cante de forma regular y que incorpore sus conocimientos sobre anatomía y fisiología a sus clases de canto. Una vez que empiece, probablemente se dará cuenta de que cantar puede producirle beneficios de por vida.The Conversation

Leigh Carriage, Lecturer in Music, Southern Cross University

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Aprender música enseña a leer

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Anita Collins, University of Canberra y Misty Adoniou, University of Canberra

La neurociencia ha encontrado una clara relación entre la música y la adquisición del lenguaje. Sin rodeos: aprender música en los primeros años de la escolarización puede ayudar a que los niños aprendan a leer.

Ambas actividades comparten una red superpuesta en el cerebro. Desde una perspectiva evolutiva, el cerebro humano desarrolló la adquisición de la música mucho antes que la del lenguaje y luego usó esa habilidad para crear y aprender el lenguaje.

Al nacer, los bebés entienden el lenguaje como si fuera música. Responden al ritmo y a la melodía del lenguaje antes de comprender qué significan las palabras.

Los bebés y los niños pequeños imitan el lenguaje que oyen usando esos elementos de ritmo y melodía. Por eso los niños comienzan hablando de un modo un tanto cantarín.

Los niños formados en música son mejores lectores

La base de la lectura es la expresión y para aprender a hablar, los niños tienen que ser capaces de distinguir la expresión de los demás sonidos. La música les ayuda a hacerlo.

Al fin y al cabo, leer es descubrir el significado de cada palabra. Se combinan una serie de destrezas para ayudarnos a descubrir esos significados, incluyendo la habilidad de distinguir entre los sonidos de las palabras y la fluidez de la lectura.

La fluidez incluye la habilidad de ajustar los patrones para acentuar y entonar una frase, como cuando mostramos enfado o alegría, y la capacidad de elegir una correcta entonación, como cuando hacemos una pregunta o una exclamación. Estas técnicas de aprendizaje auditivo altamente desarrolladas se optimizan con la formación musical.

Los niños formados en música también tienen mejor capacidad de comprensión lectora.

La música también nos da información sobre los problemas de los niños con la lectura. Varias investigaciones han determinado que los niños de tres y cuatro años que pueden mantener un ritmo musical constante, a los cinco años están mejor preparados a la hora de leer que aquellos que no seguían el ritmo.

A los niños también se les debería enseñar a leer música, lo cual refuerza la conexión de los símbolos con el sonido, que es crucial para aprender a leer. from www.shutterstock.com

Qué pueden hacer los padres y los profesores

El aprendizaje del lenguaje empieza en el momento en que se nace, cuando los padres hablan y cantan a los bebés. Estos crean un vínculo con sus padres y su comunidad mediante la voz. Así que cantarle a un bebé establece un vínculo y pone en marcha su red de aprendizaje auditivo.

Llevar a los niños cada semana a clases de música bien estructuradas y de alta calidad hará que desarrollen las destrezas musicales que se ha descubierto que son tan efectivas en el aprendizaje de la lectura. Es vital buscar clases que incluyan actividades de movimiento, de canto y que den respuesta tanto al sonido como al silencio. Deben usarse juguetes musicales e instrumentos de buena calidad.

El comienzo de la etapa preescolar es crucial para el desarrollo del lenguaje. Deben buscarse programas de aprendizaje musical igual de bien estructurados, diarios e impartidos por profesores cualificados. Las canciones, los ritmos y las actividades rítmicas que nuestros niños aprenden en preescolar y en las guarderías los preparan para leer.

Los programas musicales deberían desarrollar técnicas de manera consecutiva. Deben animar a los niños a trabajar para cantar afinado, a tocar instrumentos y a moverse de manera improvisada siguiendo la estructura de la música.

También deberíamos enseñar a los niños a leer las notas y los signos musicales cuando estudian música. Esto refuerza la conexión de los símbolos con el sonido, cosa que también es crucial al leer las palabras.

El aprendizaje activo es clave. Tener música alta de fondo no va a favor del desarrollo del lenguaje y, de hecho, puede dificultar la capacidad de distinguir la expresión de todos los demás sonidos.

Los padres deben buscar programas musicales de calidad para los niños. from www.shutterstock.com

Esto no significa que los niños necesiten silencio para aprender. De hecho, lo correcto sería lo contrario. Necesitan una variedad de entornos sonoros y la capacidad de elegir lo que el cerebro necesita en cuanto a la estimulación auditiva. Algunos estudiantes necesitan que haya ruido para concentrarse, otro necesitan silencio y cada preferencia viene determinada por el tipo de aprendizaje para el que han sido estimulados.

El entorno sonoro es algo más que el ruido que puede haber en una clase. Se centra en la calidad del sonido. Frenos que chirrían cada tres minutos, el aire acondicionado que hace ruido, música de fondo que les va bien a unos pero no a otros, golpes o choques irregulares. Todo eso tiene un impacto para el niño en su capacidad de lectura.

Los profesores pueden dejar que los alumnos se entusiasmen en sus clases y que hagan ruido de forma apropiada, pero deben tener unos cuantos auriculares apropiados en el aula para cuando los alumnos quieran alejarse del sonido.

Música para todos

Nuestra red de adquisición auditiva es el mejor sistema de recopilación de información de nuestro cerebro. La música puede potenciar los elementos biológicos del lenguaje. La música prepara a los niños para leer y los respalda a lo largo de su relación con la lectura.

Por desgracia, los alumnos menos aventajados son los que tienen menos probabilidad de tener una enseñanza musical en sus escuelas. Sin embargo, las investigaciones advierten que son los que más se benefician cuando estudian música.

A medida que buscamos nuevas formas para mejorar los métodos de lectura en niños pequeños, deberíamos centrarnos también en el aprendizaje musical en guarderías y escuelas de primaria.The Conversation

Anita Collins, Adjunct assistant professor, University of Canberra y Misty Adoniou, Associate Professor in Language, Literacy and TESL, University of Canberra

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¿Cuáles son los beneficios cerebrales de tocar un instrumento?

Tima Miroshnichenko / Pexels
Rafael Román Caballero, Universidad de Granada

Decía Nietzsche que «sin música, la vida sería un error». Aunque esta afirmación sea un tanto radical, la música forma parte de muchas de las actividades de nuestro día a día. La encontramos en la radio, ayudando a amenizar los atascos, en los anuncios y tiendas, para estimular las emociones (y las ventas), o en nuestros conciertos en la ducha.

La música es un fenómeno universal. Casi todas las personas (el 95%) sienten que es algo realmente placentero. Y los datos de plataformas de streaming como Spotify revelan que pasamos de media más de una hora al día con nuestros auriculares.

Pero esta pasión de los humanos por la música no es nueva. Los primeros instrumentos musicales encontrados datan del Paleolítico (40 000–30 000 años atrás). Eran flautas rudimentarias hechas en huesos de animales (que seguramente aprovecharían tras la cena). Y es probable que la música estuviera ya presente muchos milenios antes utilizando el canto o la percusión sobre el cuerpo.

Flauta paleolítica. Wikimedia Commons, CC BY

Desde entonces, todas las civilizaciones han cantado y danzado para celebrar la vida, llorar la muerte o arrullar a sus bebés. No es ningún despropósito afirmar que, al igual que somos un animal racional y lingüístico, también somos un animal musical.

La música como gimnasio de la mente

Aunque todos disfrutamos de la música, solo uno de cada diez españoles toca un instrumento. Esto es comprensible por la gran cantidad de esfuerzo y años que lleva dominar la técnica de uno de ellos. Requiere aprender un lenguaje y un sistema de escritura nuevos, coordinar con precisión un repertorio desconocido de movimientos de las manos, sincronizarse con otras personas, etc.

Y cuando al fin se domina una pieza, siempre aparecen otras obras y técnicas que aprender. De hecho, a la pregunta de por qué seguía practicando el chelo a los 90 años, el virtuoso Pau Casals respondió «porque siento que estoy mejorando».

Por tanto, aprender a tocar un instrumento es un entrenamiento intensivo que conlleva cambios profundos en el cerebro y las capacidades mentales. Algo similar sucede en profesiones que dependen de una habilidad específica, como son los taxistas. Los estudios con esta profesión muestran que una de las áreas del cerebro más implicadas en la navegación espacial y la memoria (conocida como el hipocampo) está más desarrollada en conductores expertos.

La huella cerebral de la música es todavía más amplia. Cuando se compara el cerebro de músicos experimentados con personas que nunca han tocado un instrumento, muchas regiones del cerebro de los músicos tienen un mayor volumen y grosor. También los músicos muestran cerebros mejor conectados.

Algo interesante es que estas adaptaciones ocurren tanto en partes del cerebro que tienen una función clara en habilidades musicales (por ejemplo, la audición o la destreza de las manos) como con habilidades más generales. Por eso, los estudios con miles y miles de músicos encuentran que tocar un instrumento mejora capacidades mentales tan generales como la memoria o la atención. También potencia el rendimiento académico y las habilidades lingüísticas y matemáticas de los niños.

Cottonbro / Pexels.

¿La música como causa o consecuencia?

Sin embargo, los niños de familias con mayor estatus socioeconómico suelen elegir más la música. Algo que parece lógico viendo el precio de un chelo o de un piano (si no se imagina cuánto pueden costar, puede ver a lo que me refiero con un vistazo rápido en el navegador).

También es una actividad que los niños con mejores expedientes y mayores capacidades cognitivas escogen más. Por tanto, una limitación de los estudios que comparan a los músicos con no músicos es que no permiten distinguir si las ventajas que observan son una consecuencia de tocar un instrumento. ¿Y si las diferencias cognitivas ya existían antes de empezar a tocar? O ¿y si proceder de un ambiente más favorable es la causa real de las mejoras?

Una buena forma de resolver este dilema de «¿qué fue primero, el huevo o la gallina?» es investigando el efecto de la música cuando se eligen niños al azar, con independencia de sus características. Cuando se hace esto, de nuevo la música produce beneficios mentales claros.

Es más, las mejoras son especialmente grandes en los niños que provienen de ambientes desfavorecidos o con un menor desarrollo cognitivo. Por un lado, estos niños son los que con menor probabilidad acabarían aprendiendo a tocar. Sin embargo, si lo hacen, la música tiene un «poder igualador» en ellos. Parece que es capaz de amortiguar, en parte, el impacto de una vida más desfavorecida.

Mens sana in cerebro sano

Más allá de la infancia, hoy sabemos que nuestros hábitos condicionan la forma en la que envejecemos. Fumar, el abuso de alcohol, el sedentarismo, la obesidad o un estrés psicológico continuo son factores que aceleran el envejecimiento de nuestro cuerpo.

Tocar un instrumento, al contrario, reduce el riesgo de padecer una demencia o un deterioro cognitivo en la vejez. Al igual que conserva el cerebro unos cuantos años más joven y evita que muchas de nuestras capacidades mentales se vean afectadas por la edad. Así, los músicos mayores, con décadas de práctica instrumental, muestran una pérdida menor de memoria o velocidad mental, entre otras habilidades.

Pero no hace falta una vida enteramente musical para experimentar estos beneficios. Las personas mayores que comienzan a tocar tarde, en la vejez, también tienen un menor declive. Con estos datos, parece que no existen excusas. Nunca es tarde para comenzar con una vida mental activa.

Las personas se adentran en la música porque con ella disfrutan, se enamoran o se sienten parte de una comunidad. Sin embargo, implicarse en ella podría tener el efecto (no buscado) de potenciar nuestras capacidades cognitivas y protegerlas del paso del tiempo. Sin pretenderlo, la música transforma dos de las cosas que más nos fascinan del ser humano: nuestro cerebro y nuestra mente.

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Este artículo resultó ganador de la primera edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.The Conversation


Rafael Román Caballero, Investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada / Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, Universidad de Granada

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lunes, 14 de junio de 2021

¿La música mejora nuestra concentración? La ciencia busca la respuesta

Shutterstock / SAHACHATZ
José Ramón Alonso Peña, Universidad de Salamanca y Marta Bueno, The Conversation

“Con clásica, con lo último de Rosalía o en clave chill out, pero se me queda mejor todo”. Podemos coincidir con esta afirmación o, por el contrario, pertenecer al grupo de los que necesitan silencio absoluto durante la lectura y el estudio. A muchos les molesta la voz del cantante, pero mejoran su concentración con piezas instrumentales. Otras personas disfrutan de un texto si lo acompañan con un fondo de ópera. Tenemos, por tanto, una gran variedad de preferencias y de resultados. Quizá la ciencia tenga algo que decir: ¿mejora nuestras capacidades cognitivas la música?

Si la evidencia científica diera una respuesta afirmativa a esta pregunta muchos padres saldrían derrotados de la batalla diaria con sus hijos adolescentes. La escena se repite cada tarde en miles de hogares: el hijo hace las tareas de clase con la música a todo volumen. El motivo del enfado, además de las molestias ajenas y propias, es el firme convencimiento de que en esas condiciones acústicas es imposible que se entere de lo que lee.

Bien, pues parece que la ciencia no confirma los prejuicios de los padres.

Intuitivamente, la duda paterna tiene sentido: resulta contradictorio que podamos concentrarnos al cien por cien en una tarea si la compartimos con otra al mismo tiempo. Es decir, si prestamos atención a una de ellas –en este caso escuchar música– la otra –leer, asimilar, resolver– quedará desatendida. Sin embargo, en este caso el esforzado adolescente puede justificar su conducta, aunque tendrá que argumentar muy bien su respuesta.

Por ejemplo, está demostrado que no son útiles los ritmos repetitivos, ya que resultan muy aburridos y el cerebro no encuentra la chispa novedosa que le hace estar alerta. Tampoco funcionan bien los ritmos muy complejos y caóticos, como los del free jazz, porque no hay un patrón definido y el cerebro no se calma. Según algunos expertos, la clave está en encontrar el punto medio. Este aparece en ritmos similares al funk como los de James Brown.

Un estudio llevado a cabo por el grupo del profesor Morten Kringelbach revela que nuestras redes neuronales tienen mayor preferencia por este estilo musical porque no es ni muy predecible ni muy caótico.

Sabemos que escuchar música produce una serie de emociones que causan reacciones fisiológicas y modifican nuestro estado de ánimo. Estas sensaciones placenteras nos predisponen a la acción, también a la cognición. Nuestra música favorita no solo nos proporciona felicidad, sino que mejora la concentración, nuestro rendimiento laboral y, en ocasiones, el intelectual. Así lo demostró la investigadora Teresa Lesiuk, tras estudiar el efecto de la música en los trabajadores de una pequeña empresa. Estos terminaban sus tareas más rápido y generaban ideas más originales que los que trabajaban en silencio. Si estamos contentos, somos más creativos.

La música tiene otra ventaja. En el momento en el que nos ponemos los auriculares, nos protegemos del resto de distracciones. El mecanismo es sencillo: nuestro cerebro tiene dos sistemas de atención: uno consciente, que nosotros controlamos, y uno inconsciente, llamado red neuronal por defecto, que actúa por su cuenta. Este sistema inconsciente no se cierra mientras llevamos a cabo una tarea, así que hasta el ruido más ligero puede acabar con nuestra concentración: del tic-tac de un reloj al zumbido de la nevera. La música calma la actividad de esta red por defecto y minimiza la actividad entre áreas del cerebro responsables de un estado de alerta permanente que nos ha ayudado a sobrevivir como especie.

Depende, todo depende

En su estudio, Lesiuk hacía hincapié en la importancia de la elección personal del tipo de música para mejorar la concentración. Si la opción es el silencio, una autoevaluación sin engaños del éxito o fracaso de la música como herramienta de apoyo ayudará a decidir si seguir utilizándola o no. No hay una estrategia clara; los estudios sobre los efectos de la música de fondo durante el aprendizaje no son concluyentes.

Las variables a tener en cuenta en estas investigaciones son muchas y los experimentos con tantos factores son complicados. Las circunstancias y los gustos musicales son esenciales para obtener resultados, pero son muy diferentes en cada persona. Incluso para la misma tarea la música de fondo puede facilitar, perjudicar o no tener ningún efecto en el aprendizaje de contenidos nuevos.

Las variables que desempeñan un papel importante en estos experimentos incluyen las diferencias individuales (carácter, entrenamiento musical, preferencias musicales, hábitos de estudio). También influye el tipo de tarea cognitiva (resolución de problemas, comprensión lectora, memorización) y el contexto (en el aula o en la habitación, solo o en compañía).

La elección de la música es otro factor a tener en cuenta. Conviene conocer la sensación placentera que provoca la música en el estudiante por sí misma, cuando se escucha sin otra tarea simultánea. El tempo de la música es importante, igual que la intensidad o el ritmo. Hay que valorar la influencia de la voz que canta, la ausencia de ésta, si son melodías conocidas o nuevas para el que escucha. Como vemos, las condiciones de la prueba y las interacciones entre ellas son muchas y complican la búsqueda de un modelo con una conclusión general y directa.

Con todo, los resultados únicamente confirman la inconsistencia de los estudios. Un último ejemplo ilustrativo proviene de un estudio que midió la comprensión de lectura y la memoria para listas de palabras en diversas condiciones: mientras se escuchaba un canto a capella, con canto y música instrumental a la vez, solo música instrumental, con una voz que no canta sino que habla y, por último, en silencio absoluto. Aunque se podría esperar que las condiciones con el canto o el habla fueran las más desfavorables, no fue así; la prueba de comprensión lectora tuvo los mismos resultados que cuando los participantes leyeron en las otras condiciones ambientales.

Tenemos entonces a nuestro adolescente preparando sus exámenes con la música “a todo trapo” y vemos que no hay evidencias científicas para apoyar la solicitud de silencio por parte de los padres, al menos alegando que no le beneficia. De cualquier modo, unos auriculares y unos buenos resultados en sus calificaciones servirán para aliviar los dolores de cabeza paternos.


Este artículo ha sido escrito en colaboración con la profesora de instituto y experta en educación y neurociencias Marta Bueno.


Una versión de este artículo fue originalmente publicada en el blog del autor, NeurocienciaThe Conversation


José Ramón Alonso Peña, Catedrático de Biología celular. Neurobiólogo., Universidad de Salamanca y Marta Bueno, Investigadora independiente, The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.