domingo, 16 de abril de 2023

Cómo se cosifica a las mujeres en los vídeos musicales

Momento del videoclip de ‘Fresa’, canción de TINI y Lalo Ebratt. YouTube
Miren Gutiérrez, Universidad de Deusto

Se estrena el nuevo videoclip de nuestra cantante favorita.

Le damos al play y, a ritmo del próximo éxito del verano, podemos observar cómo una mujer internacionalmente famosa gracias a su trabajo se arrastra por el suelo entre las piernas de varios hombres, se mueve de forma explícitamente sexual y todo lo hace vestida con menos ropa que quienes la rodean. A poca gente le llama la atención.

¿Qué significa esto?

¿Qué es la cosificación sexual?

La cosificación sexual sucede cuando una persona, generalmente un hombre, observa a otra, una mujer, no como un ser humano sino como una cosa. La receptora no puede huir de esta mirada ya que es omnipresente.

Martha C. Nussbaum exploró el concepto de cosificación y su definición es una referencia en los estudios de género. Según Nussbaum, una persona es cosificada cuando se la trata como una propiedad o una herramienta intercambiable o como alguien violable e insignificante, entre otras cosas.

La mayoría de las formas de cosificación sexual hacen que los objetos de dicha cosificación se sientan tratadas solo como un cuerpo, valoradas para uso por parte de otros mientras se niega su independencia e igualdad.

Una de las fuentes de esta disparidad de poder nace de la pornografía. Es un producto audiovisual que silencia a las mujeres de una manera que confiere autoridad a los hombres. Así, si estos aprenden a interactuar con ellas a través del porno también aprenden a tratarlas como objetos.

Y en ocasiones, las mujeres se cosifican a sí mismas. La intensa presión social para que observen “normas de apariencia” las obliga a cumplir con estándares de delgadez, juventud y belleza, como se percibe en algunos vídeos musicales que están producidos por mujeres.

Una muestra de fuerza feminista puede disfrazar una cosificación. Un ejemplo es la actuación de Beyoncé, en 2016, en la que aparecía con un atuendo escueto frente a una pantalla que decía “FEMINIST” en letras gigantes. Pero cuando las artistas femeninas se sexualizan, “tienen más autonomía sobre su papel como ‘observadas’ u ‘observadoras’”.

La cosificación se puede dar sin sexualización. Por ejemplo, algunos anuncios emplean los cuerpos de las mujeres como lienzos en los que mostrar marcas, logos y mensajes.

En suma, la cosificación sexual –de forma muy simple– es un proceso por el cual un ser sensible se reduce a una cosa o a un ser insignificante sin estatus social, que puede ser intercambiado, poseído, exhibido, usado y abusado con fines sexuales. Las mujeres van aceptándola a través de ritos que las transforman en posesión.

¿Por qué investigar la sexualización?

Existen dos razones principales. La primera es que las imágenes sexualizadoras normalizan la cosificación femenina de forma que pasa desapercibida. Esa mirada masculina está tan integrada en nuestras prácticas sociales que apenas la notamos. Dicha dominación masculina tiene una violencia simbólica, imperceptible y omnipresente a través de prácticas cotidianas.

La segunda es que la normalización de la sexualización genera daños individuales y sociales. En las mujeres, esto tiene relación con la depresión, el control corporal obsesivo, síntomas de anorexia y bulimia, ansiedad física social, vergüenza por las funciones corporales, funcionamiento cognitivo inhibido, habilidades motoras y placer sexual disminuidos y baja autoestima.

Los vídeos musicales tienen efectos potentes. Se han convertido en creaciones audiovisuales con vocación cinematográfica que funcionan como “testigos de las expectativas e inquietudes de las subculturas y tribus urbanas”. Como tales, pueden ser vehículos de “modos de vivir, comportarse y pensar”. El consumo de vídeos musicales a través de plataformas es masivo entre la gente joven. A través de ellos, los niños y niñas adoptan visiones estereotipadas y normalizan actitudes.

Cara Wallis ha investigado las manifestaciones no verbales asociadas con la subordinación, la dominación, la sexualidad y la agresión en vídeos musicales. En sus estudios concluye que predominan las nociones estereotipadas de las mujeres como objetos sexuales y subordinadas, y de los hombres como agresivos.

Observar con deseo no tiene por qué ser pernicioso. El problema comienza cuando esa mirada es inevitable, ubicua, indeseada y centrada sistemáticamente en las mujeres. Es necesario investigar esta mirada cosificadora y sexualizadora para poder entender los mensajes que nos llegan a través de la cultura popular sobre los papeles de género y la valía de las mujeres.

Videoclip de Swing, de Danny Ocean.

Analizamos algunos de los vídeos más vistos en YouTube

Como ejemplo de esto, quisimos analizar cinco vídeos musicales internacionales entre los diez que más visualizaciones tenían en YouTube en 2019, cuando se inició el estudio. Todos ellos siguen sumando visitas a día de hoy.

Reunimos a un comité de expertas, integrado por Raquel Jiménez Manzano (integrante del Instituto de la Mujer), María Martín Barranco (asesora en materia de igualdad) y Nuria Coronado Sopeña (periodista especializada en estudios feministas) y utilizamos algunas de las fuentes teóricas ya mencionadas aquí en cuanto a la cosificación y la sexualización.

Además, también tuvimos como referencia la prueba de siete preguntas de Caroline Heldman para examinar la sexualización visual y los criterios que establece el Observatorio Español de la Imagen de la Mujer para determinar si existe sexismo en los contenidos audiovisuales.

Videoclip de Never Really Over, de Katy Perry.

Los vídeos elegidos fueron:

¿Qué nos cuentan los vídeos?

Los cinco vídeos usan los cuerpos de las mujeres como decoración, en actitudes pasivas o inertes, o los muestran como algo reemplazable.

Por ejemplo, en algunas de las escenas de Fresa, aunque canta, Martina Stoessel (Tini) es un cuadro al fondo de una habitación. En Swing, una mujer ataviada con un sugerente vestido con transparencias nada sin rumbo alrededor del cantante.

Asimismo, la desnudez es algo que todos tienen en común. Mientras la artista de Fresa se muestra en todas las escenas casi desnuda, Lalo Ebratt, su pareja en este dúo, está totalmente vestido.

Videoclip de Fresa, de TINI y Lalo Ebratt.

En Quizás, los siete cantantes –lejos de cualquier canon de belleza normativo– aparecen vestidos, mientras que las mujeres que decoran este vídeo, todas jóvenes, delgadas y bellas, no.

Además, en Me Quedo, Fresa y Quizás, las bailarinas parecen simular un coito, en ocasiones, para regocijo de sus compañeros. Las letras que acompañan estas imágenes no pueden ser más explícitas.

Videoclip de Me Quedo, de Aitana y Lola Índigo.

Especialmente en Fresa y en Quizás, la cámara se centra varias veces en partes concretas del cuerpo femenino en vez de mostrar a la persona de cuerpo entero. El procesamiento local de un cuerpo –frente al procesamiento global– que se da con más frecuencia en cuerpos femeninos que en masculinos, en la realidad y en las imágenes, es una característica de la cosificación.

Los decorados también son sugerentes. Por ejemplo, en Fresa, el protagonista canta “Tengo un cohete en el pantalón” sentado en una cama. En Quizás, aparecen varias mujeres en varios estados de desnudez, algunas inertes, en un coche de lujo. No cantan.

Videoclip de Quizás, de Rich Music, Sech, Dalex ft. Justin Quiles, Wisin, Zion, Lenny Tavárez, Feid.

Es decir, los vídeos musicales analizados tienen un alto grado de sexualización de las mujeres. Pero no todos los tipos de cosificación tienen la misma frecuencia. Predomina el uso decorativo de los cuerpos de las mujeres, la desnudez, la pasividad y la negación de su autonomía e individualidad.

Además, podría incluso existir un mayor nivel de sexualización de las mujeres en los vídeos musicales que en los publicitarios, ya que los primeros cruzan más fronteras al no estar regulados.


Este artículo ha sido coescrito por Cristina Ubani, miembro del equipo de investigación ARES (Universidad de Deusto) y experta consultora en género.The Conversation

Miren Gutiérrez, Investigadora, activismo de datos, Universidad de Deusto

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las ventajas de la música ‘country’ para aprender inglés

Krakenimages.com / Shutterstock
Antonio Fernández García, Universidad de Huelva y M. Carmen Fonseca Mora, Universidad de Huelva

El uso de la música es muy eficaz en las aulas de idiomas, ya sea por medio de sus letras o vídeos musicales. Más allá de su atractivo como ejemplo del uso de un idioma determinado en un contexto artístico y cercano, existe un componente emocional que hace que las canciones tengan la capacidad de involucrar más intensamente al alumnado, sobre todo en la etapa adolescente, en el aprendizaje de una lengua extranjera.

Pero no todas las canciones valen. A la hora de elegir las canciones o el tipo de música, es importante evitar productos musicales con mensajes lesivos para los valores democráticos (especialmente teniendo en cuenta las recomendaciones de la Unión Europea a este respecto).

Finalmente, hay un último elemento que debe tenerse en cuenta para completar la ecuación: la autenticidad del mensaje. A menudo ocurre con las canciones populares modernas que los sonidos que recibimos no armonizan con los mensajes que se transmiten: ritmos y melodías pegadizos y alegres pueden ocultar un mensaje poco apropiado. Como consecuencia, a menudo se produce una disonancia entre significado y emocionalidad.

Tres acordes y la verdad

Desde un punto de vista educativo, las canciones se pueden utilizar para una amplia gama de propósitos en la enseñanza de idiomas. Por ejemplo, tienen la capacidad de promover la relación afectiva y social entre los estudiantes. Esto, a su vez, proporciona un ambiente agradable en el aula, reduciendo los niveles de ansiedad y aumentando la motivación.

Además, las letras de las canciones pueden inducir varias emociones. Algunas transmiten emociones de diferentes maneras; otras cuentan historias memorables y conmovedoras con las que los estudiantes pueden empatizar.

De igual modo, a menudo las características discursivas de la lengua oral aparecen reflejadas en ellas. A través de las letras de las canciones se narran historias que permiten que el alumnado se involucre en la temática. Así, estos recursos musicales pueden dar lugar a un aprendizaje significativo, permitiendo que el alumnado se involucre con temas que son relevantes en su día a día.

Un caso que se adapta bien a estas características es el country contemporáneo, género musical por excelencia de EE. UU., por las temáticas sobre las que tratan sus canciones. Son canciones sobre la vida real, de recuerdos y reacciones ante situaciones que son genuinas. Además, estas composiciones musicales se caracterizan por combinar la sencillez instrumental con historias líricas que se cuentan en apenas tres minutos.

Habilidades narrativas en lengua extranjera

Un caso concreto que puede ejemplificar la utilidad de las canciones para el aprendizaje de inglés como lengua extranjera en la educación secundaria podría ser el género country contemporáneo. Más concretamente, se ha analizado su efectividad para facilitar las habilidades narrativas del alumnado.

Para ello, se contó con la opinión del alumnado sobre la relevancia de algunos temas sociales en el aprendizaje de un idioma. Además, se analizó el tipo de temáticas que aparecen en este género musical: hasta qué punto las letras de estas canciones siguen una estructura narrativa y tratan de temas cotidianos que el alumnado adolescente encuentra próximos.

24 temáticas en 216 canciones

En primer lugar, el alumnado mostró una actitud muy positiva hacia el uso de recursos musicales en el aprendizaje de idiomas. Con respecto al tratamiento de ciertos temas sociales en el aula, opinaron que la igualdad de género, los valores democráticos y la incorporación de elementos culturales son de gran relevancia. Igualmente, el alumnado mostró una actitud positiva hacia el tratamiento en clase de temas relacionados con la adicción al alcohol o las drogas.

Por otro lado, para determinar si este género musical aborda temas relevantes para el alumnado adolescente, se generó un corpus de 216 canciones country contemporáneas. El análisis de las letras de las canciones que componen este corpus permitió categorizar un total de 24 temáticas.

Los resultados demostraron que las temáticas más representativas son la cultura americana, la familia y la adolescencia. Dentro de esta última temática se trata el acoso escolar y el complejo de inferioridad.

Además, se pueden encontrar canciones sobre las adicciones, el maltrato infantil y la hipocresía de la sociedad. Por otro lado, también aparecen canciones sobre los valores democráticos y los valores en el deporte.

‘Invisible’, de Hunter Hayes.

Estructura narrativa

La mayoría de las canciones de este género contienen elementos que se asemejan a la estructura de una historia, según criterios narrativos tomados de modelos y estudios sobre teoría narrativa.

Casi todas contienen elementos característicos de una narración: una introducción, la descripción de personajes, diálogos internos, la voz de un narrador, elementos emocionales o un giro inesperado o clímax que mantiene nuestra atención hasta el final.

Su contenido emocional ayuda a motivar al alumnado. Además, su estructura narrativa puede facilitar el desarrollo de sus habilidades comunicativas a través de debates. De este modo, el alumnado puede expresar lo que siente acerca de la temática tratada.

Enseñanza mediada por las emociones

La búsqueda de recursos auténticos que motiven al alumnado en el aprendizaje de una lengua extranjera puede no ser una tarea sencilla, sobre todo si buscamos contenidos que no dañen los valores democráticos que tanto ha costado conseguir en nuestra sociedad. Si bien podemos encontrar canciones que reflejen cualidades positivas en diferentes géneros, hay que destacar que en la actualidad los adolescentes se exponen a mensajes que pueden dañar estos valores, por ejemplo, en el caso del reguetón.

En definitiva, es necesario explorar las posibilidades que presentan algunos productos culturales como lo son las canciones contemporáneas. Letras, por ejemplo, que tratan de los problemas de autoestima entre los adolescentes pueden servir como fuente de inspiración para trabajar en la clase de inglés:

“No, they can’t tear you apart. If you trust your rebel heart, ride it into battle. Don’t be afraid, take the road less travelled”.

(“No pueden hundirte, no. Si confías en tu corazón rebelde, llévalo a la batalla. No tengas miedo, coge el camino menos transitado”).

Lauren Alaina, Road less traveled.

Después de todo, son temas que les pueden motivar para narrar sus propias experiencias.The Conversation

Antonio Fernández García, Profesor de Inglés e Investigador. Miembro del grupo de investigación ReALL y centro de investigación COIDESO, Universidad de Huelva y M. Carmen Fonseca Mora, Catedrática de Universidad, Grupo ReALL,Enseñanza de lenguas, Centro de Investigación Pensamiento Contemporáneo e Innovación para el Desarrollo Social (COIDESO), Universidad de Huelva, Universidad de Huelva

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 2 de abril de 2023

¿Eran los cantantes de ópera las estrellas de rock de antes?

Fotograma de la película ‘Farinelli, il castrato’, de 1994. FilmAffinity
Eulàlia Febrer Coll, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja y Ernesto Monsalve, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja

Algunas estrellas del rock, desde el nacimiento del género a mediados del pasado siglo, han sido conocidas no solamente por su música, sino también por sus extravagancias.

Desde los requisitos de mobiliario concreto en el backstage de Elton John, hasta la afición por destrozar habitaciones de Keith Moon, la prensa se ha hecho eco de comportamientos y actitudes que perpetúan la mal entendida imagen del “genio excéntrico”. Esta idea no es exclusiva del gremio: se encuentra ligada a la idea de fama y, más específicamente, al funcionamiento del mercado en el que actúan sus protagonistas.

Encontrar el origen de esta visión en el siglo XIX no es una casualidad: la Revolución Industrial y los conceptos de interacción social y ocio hicieron posibles unas dinámicas que facilitaron el acceso a la cultura a un espectro popular más ancho de lo que había sido anteriormente.

Por ello, si nos preguntamos sobre si podemos equiparar a las divas de la ópera de los siglos XVII o XVIII a los iconos rock y pop actuales, la respuesta no puede medirse en una escala de blanco y negro. Debemos, pues, hacer un breve ejercicio de relativización histórica.

Nacimiento de la ópera

La ópera surge a principios del siglo XVII de la mano de autores como Claudio Monteverdi o Giulio Caccini, cuyo papel en la educación vocal de los primeros cantantes dedicados al género fue clave.

Sin embargo, las primeras producciones musicales teatrales diferían de las representaciones del imaginario actual, tanto en su sonoridad como en su propósito. Musicalmente se desarrollaban sobre sencillas melodías sustentadas por un bajo continuo y nunca se perdía de vista que el fin era el puro entretenimiento de una élite privilegiada. Esta, por limitada, circunscribía la popularidad de cantantes y compositores a familias o círculos muy reducidos.

Entrado el siglo XVIII, sí podemos empezar a hablar de figuras que podrían asemejarse, en cierta medida, a las actuales estrellas. Encontramos los ejemplos del castrato italiano Farinelli o de la soprano alemana Caterina Cavalieri. Al primero dedicaría Gerard Corbiau una película en 1994. La segunda, por su parte, fue casus belli del enfrentamiento entre Salieri y Mozart en el Amadeus de Peter Shaffer y Milos Forman de 1984.

Si algo tienen en común ambos personajes es la impostación de ciertos (¿acaso exagerados?) ademanes propios del divismo que hoy se asocia a los cantantes más célebres. Hasta el punto de que podemos cerrar los ojos e imaginar en tan ilustres dieciochescos a cantantes más próximos a nuestro tiempo.

La diferencia, más allá de trajes y candelas, se halla en los entornos: son, por supuesto, las altas jerarquías pertenecientes al Antiguo Régimen quienes los rodean…

                                              Fragmento de la película Farinelli.

La revolución de la burguesía

Tras la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas tiene lugar el auge y empoderamiento de la burguesía, que contribuye automáticamente a la masificación de espectáculos musicales que se replantean, de este modo, sus principales fines.

Con ello, los cantantes y otras figuras musicales se hacen verdaderamente conocidos. A partir de un siglo XIX definido por el progreso de la tecnología y la democratización del acceso a la música, algunos pasarán a ser reconocidos por un público más amplio. Podemos ver en Fiódor Chaliapin o Enrico Caruso dos ejemplos, ya tocando el siglo XX.

Notemos que seguimos hablando de cantantes dedicados a música académica, mientras que la música popular empieza a llegar, esencialmente, a través de las corrientes nacionalistas que la incorporan.

Enrico Caruso canta ‘Una furtiva lagrima’.

Con la alfabetización cada vez más extendida y la multiplicación de los medios impresos, se hace un hueco destacado a la crítica musical y se abre el debate a las preferencias estéticas, que irá poniendo el caprichoso foco del público en este o aquel cantante según gustos o afinidades.

Y aun así debemos seguir matizando: el conocimiento de los intérpretes y compositores que hoy conforman el canon solo estaba empezando a delinearse, mientras algunas figuras populares se perdían en el tiempo, esperando a ser recuperadas por el trabajo de musicólogos e historiadores.

La música grabada

Las primeras décadas del siglo XX llevan consigo el despegue de las músicas populares, empezando por la edición de partituras de Tin Pan Alley y llegando a la comercialización e implantación del gramófono y la radio, especialmente popular durante el tiempo de entreguerras en que el III Reich grababa y lanzaba su música a todo el mundo civilizado.

Al otro lado del Atlántico, la incorporación del jazz al repertorio escénico, con grupos como la Original Dixieland Jazz Band, da pie a la puesta en marcha de una rueda sustentada sobre el ya imperante sistema capitalista. Este hace posible el reconocimiento de cantantes como Mamie Smith quienes, desde la atalaya de una fama para la que el hombre parece no estar preparado, asumen comportamientos que pueden ser tildados de estrafalarios por los demás.

A la Original Dixieland Jass Band se le atribuyen las primeras grabaciones de jazz.

El carisma y los adolescentes

Tras el shock de la Segunda Guerra Mundial, entran en juego dos factores imprescindibles. Primero, que el mundo ha comprobado lo peligroso que puede llegar a ser convertir en divinidad a un político carismático. Y segundo, surge el concepto de teenager: un adolescente que vive sin incertidumbres y con mayor tiempo libre y recursos para dedicarlos al ocio.

Como indicaría Simon Frith, se desdibujan los límites de clase cuando los jóvenes de clase media adoptan la idiosincrasia de los jóvenes de clase obrera.

Así, el modelo económico imperante al oeste del Telón de Acero matará dos pájaros de un tiro: el (políticamente) “inofensivo” músico será la nueva estrella y sus canciones, más parecidas a las de la música tradicional, la inagotable fuente de recursos que alimente la maquinaria capitalista.

La ley de la oferta y la demanda permitirá, de este modo, que el rol de diva se refuerce con personajes como Frank Sinatra, Elvis Presley o The Beatles.

Por tanto, la estrella del pop y el rock nace del contexto en el que se encuentran la mayoría de los recursos económicos, como había pasado en siglos anteriores. Solo que, en este momento, el grueso de los posibles pertenece al pueblo y no a la élite (que, por su parte, se sigue relacionando con sus propias estrellas, como en el caso de Maria Callas).

Maria Callas interpreta ‘Habanera’, de Carmen de Bizet en Hamburgo, 1962.

Llega el siglo XXI

Cuando los seguidores de Sinatra, Presley o McCartney se convirtieron en abuelos, vieron ya en las décadas próximas al siglo XXI cómo sus nietos vivirán una nueva eclosión de los iconos populares como producto comercial: Britney Spears, las Spice Girls o los Backstreet Boys son buenos ejemplos.

Estos, como parte esencial de la industria, coexistirán con la vuelta de tuerca que ocasionalmente querrá ofrecer la música académica, con productos como Los Tres Tenores o, en otros órdenes, Freddie Mercury o Sarah Brightman (esposa, musa y prima donna de Andrew Lloyd Webber), quienes mantienen evidentes referencias a la música clásica en su carrera aunque sean, esencialmente, iconos pop.

Sarah Brightman y Antonio Banderas interpretando El fantasma de la ópera.

Entonces ¿son equiparables las divas de la ópera de los siglos XVII o XVIII a los iconos del pop y el rock actuales? Si hablamos de figuras especialmente reconocidas dentro del ámbito musical, atendiendo a las circunstancias históricas de cada momento, pueden serlo.

Si nos referimos a su papel como expresión sociocultural de dónde reside el poder económico y el modelo social imperante, también.

Sin embargo, aunque podemos estar tentados a equiparar la semblanza de los cantantes del siglo XVIII o XIX con la de las estrellas actuales, no debemos perder de vista que a Farinelli lo conocían Felipe V y su corte, y a Cavallieri, el emperador José II y la suya… pero a Beyoncé y Bad Bunny los conocemos (casi) todos.The Conversation

Eulàlia Febrer Coll, Coordinadora académica del Máster Universitario en Musicología, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja y Ernesto Monsalve, Profesor y Director del Área de Música de la Universidad Internacional de La Rioja, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.