lunes, 11 de marzo de 2024

Las jóvenes (y muy populares) estrellas actuales de la música clásica

Yuja Wang actuando con la Joven Orquesta Nacional de China en el Carnegie Hall neoyorquino el 22 de julio de 2017. Ottoklemperer1885/Wikimedia Commons, CC BY-SA
Paloma Alvar Nuño, IE University

Un detalle que suele llamar la atención de cualquier persona cuando asiste por primera vez a un concierto de lo que tradicionalmente se ha denominado música clásica es la edad media del resto de asistentes, habitualmente más alta que la de otro tipo de eventos musicales.

Por ello, las nuevas generaciones de profesionales especializados en música clásica son conscientes de que la manera de llegar al público, especialmente al más joven, no es únicamente a través de sus conciertos en directo.

Las redes sociales les han otorgado una nueva herramienta de comunicación que les permite acercarse a un número mayor de personas que disfrutan viendo su día a día y conocen de primera mano los proyectos en los que se embarcan. Pero no sólo eso: también han descubierto que pueden combinar la música clásica con otros géneros más afines a la gente joven, lo que les permite ampliar su abanico de influencia.

Precedentes

Esta tendencia de romper con las tradiciones más arraigadas de la música clásica no es algo nuevo: Lang Lang, el pianista chino, es mundialmente conocido desde hace más de veinte años y su rostro resulta familiar para todo tipo de públicos, incluso para los no entendidos.

Ha prestado su imagen a marcas tan conocidas como Adidas, Volkswagen o Hublot. Además de ser un reconocido virtuoso y de haber actuado como solista con las mejores orquestas y directores, ha intentado acercarse al gran público de otras formas, como muestra su reciente gira con Disney.

Lang Lang interpretando una pieza de La Bella y la Bestia de Disney.

También desde China encontramos a otra gran referente en el mundo del piano, cuyo nombre va asociado a las mejores orquestas y directores desde hace ya quince años: Yuja Wang.

Wang no sólo destaca por sus espectaculares interpretaciones del repertorio más complejo, sino que además llama la atención por haber roto con el código de vestimenta más clásico y su indumentaria se asemeja más a la de una artista pop que a la de una pianista clásica.

Las nuevas generaciones

En el caso del joven inglés Jacob Collier (que cuenta con millones de seguidores en Instagram), la música corre por sus venas. Su madre, Suzie Collier, es violinista y profesora en la Royal Academy of Music y su abuelo, Derek Collier, fue también un reconocido violinista británico.

Jacob recibió una educación musical clásica, aunque su estilo actual es difícil de definir, puesto que bebe de géneros muy diversos. Es capaz de tocar con gran facilidad un número ingente de instrumentos: parece que todo lo que llega a sus manos sucumbe a su habilidad.

La mayor parte de la música que compone no se considera clásica. Comenzó a darse a conocer gracias a los vídeos que se grababa a sí mismo armonizando canciones famosas y en sus conciertos consigue que el público se convierta en un gran coro. Asigna una nota a cada sector del público y con sus brazos va indicando si el sonido debe subir o bajar, aumentar de volumen o disminuir. Los efectos armónicos que consigue crear y la energía que transmite son realmente prodigiosos.

Jacob Collier pone a Lisboa a armonizar el ‘Somebody to love’ de Queen.

La británica Anna Lapwood, en cambio, ha logrado algo verdaderamente llamativo: que un instrumento aparentemente tan poco atractivo para las grandes masas como el órgano esté viviendo un momento álgido. Lapwood es directora de música en Pembroke, un college de la Universidad de Cambridge, y dirige los coros de esta institución. Además, es Artista Asociada del Royal Albert Hall.

Su gran destreza a la hora de comunicarse con todos los públicos ha hecho que sus seguidores en redes sociales no dejen de aumentar. Además de relatar su día a día, suele publicar vídeos en los que explica el funcionamiento de los órganos en los que toca (no solo en Reino Unido, sino por todo el mundo) y muestra su gran capacidad para adaptarse a cualquier tipo de género.

En una de estas grabaciones explica las experiencias que ha llegado a vivir al ser organista residente del Royal Albert Hall, donde incluso ha participado en conciertos de música electrónica, haciendo vibrar al público a través del órgano.

En España cabría mencionar a Mario Marzo. Aunque trabaja principalmente como actor, la mayor parte de sus seguidores lo han conocido gracias a su faceta musical. Sigue desarrollando su carrera como pianista y hace colaboraciones como divulgador con diferentes instituciones. De hecho, cada vez que publica un vídeo en el que aparece tocando el piano (incluso cuando simplemente graba un fragmento de alguna obra mientras está estudiando), sus seguidores muestran su entusiasmo.

Sin duda, resulta admirable que estos músicos que destacan por su talento dentro de la clásica hayan conseguido romper barreras y acercarse, a través de sus interpretaciones y capacidad de comunicación, a otro tipo de géneros y público.

Y, tal vez, el futuro de la música clásica resida ahí: en encontrar el equilibrio entre el pasado y el presente, no cerrándose a nada y demostrando que todos los géneros musicales provienen del mismo y se pueden encontrar puntos comunes.The Conversation

Paloma Alvar Nuño, Profesora asociada - Musicología, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 7 de enero de 2024

‘Renaissance: A Film By Beyoncé’: la nueva era de Queen B

Imagen de ‘Renaissance: A Film by Beyoncé’. FilmAffinity
Greta Navarro Magaña, Universidad San Jorge

El pasado 1 de octubre de 2023 finalizó la gira Renaissance World Tour (RWT) de la artista multidisciplinar Beyoncé Knowles, recaudando más de 580 millones de dólares. Han sido un total de 56 conciertos con entradas agotadas, hasta 40 canciones por espectáculo y una media de duración de casi tres horas.

Es la gira más exitosa de la artista, alcanzando una demanda en Ticketmaster que excedía el 800 % de la capacidad de entradas disponibles. Sin embargo, Knowles ha pensado en todo. Y en caso de que no haber podido asistir al espectáculo en directo, ofrece una extensión de la misma en el documental Renaissance: A Film By Beyoncé. Es el momento de renacer y volvernos crazy in love!

Algo más que una voz

El pasado 4 de septiembre, Beyoncé Knowles (también apodada Queen B o Bey) sumó 42 vueltas al sol. Fue felicitada en el escenario por la mismísima Diana Ross.

Knowles lleva más de 27 años de carrera en la industria musical. También ha desarrollado su faceta como actriz, diseñadora, directora y productora de diversos proyectos. Es la artista femenina con más premios Grammy de la historia y la primera mujer afroamericana en encabezar el festival Coachella (en 2018), evento que retrató en el documental Homecoming: A Film By Beyoncé.

Tráiler de Homecoming: A Film By Beyoncé.

Sobre el álbum Renaissance (2022)

Es posible que parte del secreto que se esconde tras su éxito radique en su ética del trabajo y su constante mejora de lo ya creado por ella misma, de modo que sus canciones en directo llegan a superar las versiones de estudio.

Ejemplo de ello es la interpretación ofrecida durante la canción Drunk In Love dentro de su última gira. En ella, Beyoncé agrega unos potentes coros al final de la misma, así como una puesta en escena en la que se eleva a través de una columna retráctil y culmina la canción rodeada de fuegos artificiales. Es decir, más allá de la armonía vocal, existe en Knowles una constante necesidad de superarse en cada proyecto.

Sin embargo, con Renaissance la artista no apostó por un lanzamiento musical acompañado de su correspondiente álbum visual, como había hecho con los discos Beyoncé (de 2013) y Lemonade (de 2016).

En este caso, en cambio, se centró en la figura del teaser, un vídeo corto, normalmente anticipatorio de algo más, que, en este caso, era lo único que acompañaba al álbum. Esto pareció molestar a sus fans, quienes se comunicaban con ella a través de pancartas y comentarios en redes sociales exigiéndole que lanzase los videoclips de Renaissance.

Knowles reaccionó en directo. Bajo la frase “You are the visuals, baby!” (“¡Vosotros sois el álbum visual!”) se generaron miles de respuestas en redes hasta que, finalmente, en su último concierto dentro de la gira, anunció el estreno del documental para el día 1 de diciembre (Día Mundial del Sida). Conociendo a la artista, la fecha del estreno escondía un mensaje con una lectura profunda. ¿Por qué ese día y de qué trata esta pieza audiovisual?

Tráiler del documental ‘Renaissance: A Film By Beyoncé’ (2023)

El tío Johnny

Una de las canciones más aclamadas de la gira RWT es, sin duda alguna, “Heated”. Durante la interpretación de dicho tema, Knowles pide a sus seguidores que saquen un abanico y comiencen a agitarlo. Al final de la canción, la letra dice “Uncle Johnny made my dress, that cheap Spandex she looks a mess”, en referencia al tío de Knowles (“uncle Johnny”), diseñador de moda que vistió a la artista para su graduación y fallecido por sida. Además de agradecer su influencia en la creación de Renaissance (fue quien la introdujo en la música house), Knowles le dedicó un discurso durante los GLAAD Vanguard Awards en 2019.

En el documental, esta parte toma especial relevancia. Knowles dedica unos minutos a explicar quién fue Uncle Johnny en su vida y por qué ha sido tan importante estrenar el 1 de diciembre en la mayoría de países.

Renaissance: A Film By Beyoncé

Con una duración de 2 horas y 40 minutos, la película navega por la vida de la gira Renaissance World Tour, explicando el proceso creativo y dando voz al Black Pride y al colectivo LGTBQ+, con especial espacio a las culturas ball y queer.

El film comienza como si de uno de los conciertos de la gira se tratase, de modo que el espectador puede experimentar el movimiento Renaissance desde su butaca. En él se intercalan piezas musicales naturales del show con momentos documentales de la vida tanto pública como privada de la artista y de su entorno.

Se hace hincapié en la idea de que la cantante ya no necesita ser perfecta ni demostrar nada a nadie, así como en su deseo de crear un espacio seguro para todos sus fans, donde se sientan libres y creativos.

El efecto Beyhive

Los seguidores de Beyoncé son conocidos como Beyhive, en un juego de palabras entre “bee” (abeja en inglés, que se pronuncia como “Bey” de Beyoncé) y “hive” (colmena). Se organizan a través de las redes sociales y se unen para dar sorpresas a Queen B. En el documental, Beyoncé dedica unas palabras a su colmena en forma de canción, interpretando “Pure/Honey”.

Otro momento clave del documental sucede durante la canción “Energy”, en la que reta al público a permanecer en silencio durante 15 segundos. Durante la proyección del film en París, cientos de personas le hicieron caso. El momento se viralizó en redes sociales y la artista lo compartió en sus stories de Instagram.

Recopilación de los y las Beyhive durante las proyecciones del documental.

Renaissance: A Film By Beyoncé se focaliza en la carrera de la artista afroamericana más potente del momento, ahondando en aspectos del baile y la creatividad bajo su mirada particular y haciendo del documental una pieza cultural necesaria.

El final del film se centra en una reflexión de Knowles donde refleja su intención de continuar siendo una mujer libre y empática con el mundo. ¿Cuál será su siguiente sorpresa?The Conversation

Greta Navarro Magaña, Profesora de Publicidad y RR.PP., Universidad San Jorge

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

miércoles, 3 de enero de 2024

Historia del eterno romance entre la música y el cine

Proyección de la película ‘Las aventuras del príncipe Achmed’ con música en vivo de la Camerata Arko´s. Universidad Técnica Particular de Loja/Flickr, CC BY-NC-SA
Ignacio Lasierra Pinto, Universidad San Jorge

La relación entre el cine y la música es tan antigua como la propia historia del séptimo arte. El idilio entre ambos se remonta a 1894, cuando el británico William K.L. Dickson, quien trabajaba para Thomas Edison, rodó la primera película sonora experimental de la historia.

Se trata de un cortometraje de apenas 20 segundos en el que el propio Dickson aparece tocando el violín delante de un fonógrafo. Esta primera película musical, de carácter no narrativo, se realizó para el kinetófono, en un intento por demostrar sincronía entre imagen y sonido.

Ahora que estamos a punto de dejar atrás 2023, es preciso recordar que este año la primera película sonora en español ha celebrado su centenario. Se trata de From far Seville, dirigida por Lee De Forest en 1923.

En este cortometraje documental, la joven actriz y cantante Concha Piquer, con solo 17 años, actúa, canta y baila diferentes piezas musicales. La película se rodó con el phonofilm creado por De Forest y, de nuevo, para mostrar la sincronía sonora, se eligieron varios momentos musicales. Es claro, por tanto, que el noviazgo entre cine y música estaba predestinado desde los albores del propio cine.

La música elegida con una intención

Las reflexiones existentes sobre la música y sus funciones en el cine son numerosas. De hecho, se pueden mencionar hasta una treintena. La música sirve para generar tono, atmósfera, construir personajes, trasladar mensajes, definir tramas, y, sobre todo, para conectar emocionalmente con el espectador.

Ya en la etapa del cine silente se acompañaban las proyecciones con música seleccionada. Lo que empezó como una cuestión pragmática (ocultar el ruido que hacían los proyectores), acabó siendo algo habitual para enriquecer el espectáculo.

Wagner, Chopin, Mozart y Beethoven no solo se usaron como música ornamental. El catálogo del italiano Giuseppe Becce se convirtió en el primer gran documento que recogía la intencionalidad musical de diferentes composiciones clásicas y detallaba las sensaciones concretas que expresaban. Después llegarían las primeras partituras pensadas y destinadas para una película, a cargo de Camille Saint-Saëns y Mihail Ippolitov-Ivanov en 1908.

Desde entonces hasta hoy, la lista de compositores que han contribuido a la evolución del cine resulta inabarcable. Entre los más recordados suelen aparecer nombres como Max Steiner, E. W. Korngold, Miklós Rózsa, Franz Waxman, Maurice Jarre, Bernard Hermann, Henry Mancini, Jerry Goldsmith, John Barry, Nino Rota, Ennio Morricone, James Horner, Vangelis, Ryuichi Sakamoto y los aún en activo John Williams, Howard Shore, Hans Zimmer, Alexander Desplat y Phillip Glass. Una lista interminable de autores sin los cuales no se entiende el medio cinematográfico.

¿Para qué se suele usar la música en el cine?

Por resumir algunas de las funciones que cumple la música en una película, podemos destacar cuatro.

En primer lugar, la más habitual es que cumpla una función dramática. Es decir, que intervenga con la finalidad de proporcionar al espectador un elemento que le permita identificar una emoción. Aquí interviene la asociación del espectador entre música e imágenes, que permite desde crear un leitmotiv hasta remarcar la evolución de los personajes o la trama. A este respecto, merece la pena ver cualquiera de los análisis musicales de Jaime Altozano analizando diferentes partituras de películas.

En segundo lugar, la música puede cumplir una función lírica, contribuyendo a reforzar la imagen y la densidad dramática. Ciertas secuencias se convierten en memorables no tanto por sus imágenes sino por su acompañamiento musical. Poco o nada tiene que ver, por ejemplo, el final de La guerra de las galaxias sin la famosa partitura de John Williams.

Además, la música suele cumplir una función rítmica, que tiene como objetivo establecer una cadencia, una atmósfera, un tono que condiciona la recepción del mensaje del espectador. A día de hoy, ciertos géneros, como el cine de terror, apenas se pueden entender sin un uso musical que vaya en esta dirección.

Por último, la música suele cumplir una función de enlace, sirviendo como elemento homogeneizador. Así, puede unir dos o más acciones, integrar nudos de acción o dar continuidad a diferentes imágenes de espacios y tiempos distintos.

En este aspecto, hay casi un subgénero dentro del propio cine, el de las famosas “secuencias de montaje”: momentos que sirven para condensar largos periodos de tiempo en apenas unos minutos, aderezados con música de fondo. Algunas de estas secuencias, como las de los entrenamientos de Rocky, son tan reconocibles que hasta han trascendido sus propias películas.

Cuando lo revolucionario es la ausencia musical

Una de las críticas que suelen recibir la música de buena parte de las películas actuales es la saturación y la falta de rumbo, ya que muchas contienen más minutos con banda sonora que sin ella. Ante espectadores cada vez más acostumbrados a un fondo musical constante, algunos cineastas han optado por prescindir de la música en sus películas. Esto se manifiesta casi como un acto revolucionario frente a la corriente dominante.

El manifiesto Dogma 95 firmado por varios cineastas daneses ya reparaba en esta cuestión. Siguiendo su segunda máxima, cineastas europeos como Michael Haneke, Thomas Vinterberg, los hermanos Dardenne y Nuri Bilge Ceylan, entre otros, han hecho películas sin banda sonora o canciones.

Esto contrasta con el otro extremo de la balanza, el cine musical. Por tanto, más allá de ser una cuestión estética o narrativa, podríamos decir, referenciando a la famosa frase de Jean Luc Godard, que el uso de la música en una película se trata, casi, de una cuestión moral.The Conversation

Ignacio Lasierra Pinto, Profesor de Comunicación Audiovisual, Universidad San Jorge

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.