lunes, 9 de septiembre de 2024

Por qué decimos ‘dar el do de pecho’: expresiones que provienen de la música

Música y linguística

José Carreras dando el do de pecho en un concierto en Zagreb, Croacia. Ivica Drusany/Shutterstock
María Isabel de Vicente-Yagüe Jara, Universidad de Murcia y José Ibáñez Barrachina, Universidad de Murcia

Frecuentemente, escuchamos o empleamos expresiones como dar el do de pecho, poner en solfa, sonar la flauta, el año de la polca, perder el compás, sin ton ni son o bajar el diapasón. Se trata de modismos o dichos con un origen y tradición musical que habitualmente desconocemos.

En nuestra reciente investigación hemos analizado muchas de ellas: profundizar en su origen nos permite desvelar la transformación de los significados que el tiempo ha ido construyendo.

¿Cómo se crean las frases hechas?

En la comunicación se emplean frases hechas en situaciones específicas, cuyo significado no es deducible de las palabras que las conforman. A menudo las usamos sin ser conscientes de su condición de unidad, pues pertenecen a nuestro acervo cultural y memoria lingüística.

La lengua es un instrumento en evolución y construcción permanente. También es un importante medio para comprender nuestro mundo y, consecuentemente, poder actuar en el mismo. Al analizar la procedencia del lenguaje, utilizando una combinación de enfoques etnográficos, sociolingüísticos y pragmáticos, entendemos su sentido y podemos identificar más fácilmente su uso en los contextos adecuados.

Dar el do de pecho

Alguien da el do de pecho cuando realiza un esfuerzo extraordinario para conseguir un fin o cuando hace algo con maestría y excelencia. La expresión se refiere al do₅ de la escala según el sistema de notación musical internacional, es decir, el do situado en una octava superior al do central del piano. Es una de las notas más agudas de la tesitura del tenor y, por tanto, uno de los mayores retos de esta voz.

En 1831, Gilbert Duprez consiguió llegar a este do sin hacer uso del falsete en la ópera Guillermo Tell. En su lugar, empleó un registro donde participaban las resonancias de pecho y de cabeza.

Luciano Pavarotti fue bautizado con el sobrenombre de Rey del do de pecho, por su extraordinaria capacidad para alcanzar dicha nota. En 1972 logró ejecutar nueve veces el do de pecho en la ópera La hija del regimiento de Donizetti (Metropolitan Opera House, Nueva York).

Luciano Pavarotti da el do de pecho en el Metropolitan de Nueva York.

En la actualidad, su uso se ha extendido y leemos titulares como el siguiente: “Una promesa del balonmano que da el do de pecho.

Tener bemoles

Decimos “la cosa tiene bemoles” para indicar que algo resulta indignante, difícil o sorprendente.

En música, el bemol es una alteración que rebaja un semitono a la nota afectada. En este sentido, el origen de la expresión puede derivar de la dificultad en la interpretación de las notas con bemoles para el músico. De hecho, otras variantes que intensifican la locución son tener tres bemoles e, incluso, tres bemoles y un sostenido.

Por otra parte, diferentes tratadistas musicales asocian el bemol con la mujer. La terminación -mol proviene del latín molle, que significa tierno, blando, paciente. Incluso, Martín de Tapia Numantino señalaba que el bemol es afeminado, mientras que el becuadro es varonil.

Esta idea de género llega a hacerse extensiva a los caracteres nacionales. Juan Bermudo, siguiendo al teórico y compositor Franchino Gaffurio, explica así el modo de cantar y emoción de cada nación:

“Los ingleses jubilan, los franceses cantan, los ytalianos unos balan como cabras y otros ladran como perros, los alemanes aúllan como lobos y los españoles lloran: porque son amigos de bmol”. Declaración de instrumentos musicales (libro I, capítulo VIII).

Sin embargo, en ocasiones la expresión parece esconder un eufemismo y, en esos casos, de metáfora musical femenina pasamos a metáfora de los órganos sexuales masculinos, con su uso en plural:

“¡Qué tío tu padre! […] Dile de mi parte que eso es tener los bemoles en su sitio natural”. (El eje del compás, Gregorio Salvador, 2002).

El cuadro Los tres músicos (1921), de Pablo Picasso, está expuesto en el museo MoMA de Nueva York. Bumble Dee/Shutterstock

Templar gaitas

Cuando nos vemos obligados a templar gaitas necesitamos actuar de un modo conciliador para evitar enfados o problemas.

La gaita es un instrumento de viento (propio de Escocia, Galicia y Asturias) formado por una bolsa de cuero donde se almacena aire, que sale por unos tubos produciendo el sonido. Por otra parte, una de las acepciones del verbo templar es “afinar un instrumento”. Y así es como actúa quien templa gaitas, pues habla aquí y allá, cede en esto y lo otro, para agradar, moderar y conciliar voluntades. Existe también la palabra templagaitas, definida como “la persona que actúa con cautela para que no se cree un conflicto”.

Ya leíamos de la pluma de Galdós en Fortunata y Jacinta:

“¡Ah!, este mundo es una gaita con muchos agujeros, y hay que templar, templar para que suene bien”.

En La Regenta de Clarín, ante la enfermedad de Ana, se señala que don Víctor Quintanar “no estaba él para templar gaitas: los nervios le eran antipáticos”.

Además, decimos déjate de gaitas para referirnos a algo estúpido o sin importancia. No me vengas con gaitas alude a un asunto molesto que es un incordio. Otras locuciones son estar de gaita o alegre, estar de mala gaita o con mal talante y ándese la gaita por el lugar, para dar a entender la indiferencia con la que se mira lo que no interesa.

Poner en solfa

Cuando queremos desacreditar algo o a alguien o ridiculizarlo, podemos decir que lo ponemos en solfa. Pero también se emplea para poner orden en algún asunto o hacer que funcione de manera organizada. Se trata de hacer algo con arte, regla y acierto.

Solfa es el sistema de signos que conforman las obras musicales, así como la técnica de escribir, leer y entonar dichos signos, que es el solfeo. En esta línea, cuando musicalizamos o ponemos en solfa cualquier texto, estamos destacando su contenido. Esto es precisamente lo que indica el poeta español del siglo XVIII Torres de Villarroel en Correo de otro mundo:

“Yo advertí que nadie leía los Pronósticos (…) y púselos en solfa, y he logrado que me lean”.

Galdós escribe en Tristana:

“Algunas noches se entretenían en poner en solfa a D. Lope, el cual, al verse en tan gran decadencia, desmintió los hábitos espléndidos de toda su vida, volviéndose algo roñoso”.

También escuchamos que algo está en solfa cuando está escrito o explicado de modo inteligible, tomar en solfa algo o a alguien cuando es objeto de bromas, tocar la solfa a alguien con el sentido de zurrarle o golpearle.

Sonar la flauta

Si a alguien le suena la flauta es porque ha tenido un golpe de suerte, ha acertado o ha conseguido algo por casualidad, sin haber actuado para lograr dicho éxito.

La expresión tiene su origen en la fábula El burro flautista (“Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad”) de Tomás de Iriarte:

Acercóse a olerla

el dicho animal,

y dio un resoplido

por casualidad.

En la flauta el aire

se hubo de colar,

y sonó la flauta

por casualidad.

A su vez, Iriarte se inspiró en la fábula El asno y la lira de Fedro, donde un borrico hizo sonar las cuerdas de una lira con su pezuña. Se trata de una escena presente en la iconografía románica de diferentes iglesias y catedrales.

Burro tocando la lira en un alto relieve de la Iglesia de Saint Pierre d'Aulnay en Francia. Wikimedia Commons, CC BY

En su uso coloquial, la expresión no tiene relación con la música. Sin embargo, podría llegar a emplearse de forma paradójica en un contexto musical:

El violín principal de la orquesta suele equivocarse en todos los ensayos, pero en el concierto de hoy le ha sonado la flauta, no ha desafinado ninguna nota.

Por otra parte, se trata de una expresión tan común que no es difícil leerla en los medios informativos. Así, el piloto de Moto GP Marc Márquez, al reconocer en cierta ocasión que había encontrado un mejor ritmo del esperado en una carrera, dijo: “Hemos arriesgado y ha sonado la flauta.

El año de la polca

Cuando indicamos que algo sucedió el año de la polca, queremos decir que fue hace tiempo, en una época remota.

La polca es una danza de origen bohemio y ritmo rápido, en compás de dos por cuatro. Se extendió por Europa y América durante el siglo XIX. Pero el tiempo avanza y las modas pasan, por lo que llegó un momento en el que la polca dejó de ser un baile actual. Así, empezó a emplearse la locución para designar algo antiguo y pasado de moda, que ya no estaba en boga.

Tritsch-Tratsch Polka de Johann Strauss.

Encontramos esta expresión en La Colmena de Camilo José Cela:

“El costurero, después del trajín de doña Visi, quedó abierto y, entre el algodón de zurcir y la caja de los botones –una caja de pastillas de la tos del año de la polca– asomaba tímidamente otra de las revistas de doña Visi”.

Otras variantes son el año de la nana, el año de la nanita, el año de la pera. Además, con el mismo sentido, decimos que algo es más viejo que la tos, más viejo que la Tarara o del tiempo de Maricastaña.

Coda final

Existen muchas más expresiones provenientes de la música que hemos investigado en nuestro proyecto. Como despedida de este artículo, podemos afirmar que hemos llevado la batuta al realizar este estudio sin perder el compás. No interesa que, entre pitos y flautas, sin ton ni son, se desconozca la historia de las expresiones que la música ha incorporado al lenguaje coloquial. Y llegados a este punto, nos marchamos con la música a otra parte.The Conversation

María Isabel de Vicente-Yagüe Jara, Profesora Titular de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de Murcia y José Ibáñez Barrachina, Catedrático de Trompeta en el Conservatorio Superior de Música de Murcia y profesor asociado en la Facultad de Educación, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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